Mascotas perpetuas

Estado de México /

Por debajo de las escaleras ya se encuentran las cajas con los adornos de toda la vida, una mesa plegable, dos pares de manteles que cada año toman el lugar principal, un juego de 12 calaveritas de azúcar y cinco de chocolate. Aún no se retiran las fotos de los fieles difuntos que se encuentran en los álbumes familiares o de aquellos que decoran la mesa con el árbol genealógico.

Tampoco se han movido de lugar las imágenes religiosas que encabezan la ofrenda como cada año. Sin embargo, desde el inicio de semana, los miembros más jóvenes de la familia comenzaron la selección y organización de la ofrenda de mascotas, una tradición que, para ojos de sus mayores, es otra moda de internet.

El pasado prehispánico del sur de Puebla resguarda uno de los grupos poco estudiados por la antropología, los popolocas o ngiguas. Este grupo se ubica como el tercer lugar en cuanto a población indígena en el estado. Del mismo modo, representa un ala importante en la producción agrícola de la región. De esta actividad se desprende una íntima relación con la milpa y el maíz, del cual, como lo explica la doctora e investigadora Alejandra Gámez Espinosa, dentro de la cosmovisión ngigua, el maíz es un don sagrado que en su origen Dios se los otorgó a los perros, mientras que al hombre le dio a resguardar el trigo.

Una vez que el ser humano probó el maíz se lo apropió. Cabe resaltar que esta creencia pudo ser configurada en tiempos novohispanos, ya que fue el punto en el que el trigo es traído por los españoles y toma amplia relevancia, al formar parte de la comunión.

De esta situación parte una adoración y ritualización del maíz, y para el mes de septiembre da inicio una costumbre que cierra su ciclo en noviembre, con la tradición del día de muertos. A finales de septiembre se agradece a San Miguel, específicamente el 29 de septiembre. A finales de octubre y principios de noviembre la planta está madura y las mazorcas están listas para su consumo. Ese momento se empalma con el Día de Muertos, razón por la cual el maíz está presente en las ofrendas a sus fallecidos. Dentro de la creencia indígena, los muertos regresan a visitarlos, y tienen hambre, por eso se deben preparar los guisos que disfrutaban en vida.

Sin embargo, para los habitantes de San Marcos Tlacoyalco, Puebla, existe un rito previo al arribo de sus seres queridos, el 29 de octubre se preparan unas memelas, que podemos definir como una tortilla gruesa de forma ovalada que, según la región, se rellena de frijol cocido y molido. Este alimento se coloca a los animales que ya se han muerto, especialmente si son perros, a manera de agradecimiento, lo que indica que estas “nuevas modas” pueden ser simple y sencillamente una reminiscencia inconsciente del concepto de acompañante, mascota y animal para el ser humano. 


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