La función de despertador en el teléfono de Viviana no fue suficiente para levantarla. En cuanto abrió un ojo y se percató del haz de luz que entraba por su ventana supo que ya era tarde. El día de hoy tiene su último examen del semestre y no puede perderlo, ya que, de lo contrario, tendrá que regresar después de las vacaciones para presentar un segundo examen. Por lo tanto, corre despavorida rumbo a la escuela. En el camino le avisa al profesor de su percance. A su llegada nota que todos sus compañeros ya se encuentran resolviendo la prueba, conforme pasan los minutos escucha estornudos, tos y secreciones nasales. El profesor les comenta que varios de los ahí presentes tienen un resfriado de nervios a causa de los exámenes finales, ella solo espera terminar su prueba, aprobar y no acabar enferma.
La próxima temporada invernal ya tiene un pie dentro de la vida cotidiana, en distintos espacios escolares y laborales ya se siente y escuchan las enfermedades respiratorias. Eso sí, muy lejos de las afecciones pandémicas que años atrás. Sin embargo, la desidia, falta de tiempo y la resistencia de distintos virus y bacterias a los medicamentos, ha provocado que en muchos casos se busquen remedios alternativos. En este sentido es común ver en algunas farmacias estantes con kits para este tipo de enfermedades, como antigripales, jarabes para la tos y caramelos con miel o eucalipto; lamentablemente estos productos llegan a tener altas cantidades de azúcar, lo que a la larga se puede convertir en un problema.
Es en este punto que las sapiencias prehispánicas vuelven a la luz, algunas más extravagantes que otras, empezando por un ingrediente que hoy en día es, incluso, prohibido cuando el paciente tiene malestar en garganta. Nos referimos al uso del picante como remedio de enfermedades. De acuerdo con el libro Capsicum y cultura, de la investigadora Janet Long, las enfermedades en el mundo mexica eran asociadas como castigos de los dioses; razón por la cual, a través de los remedios, se buscaba aplacar la ira de dichas deidades a través de ayunos u ofrendas, además de aplicar remedios con hierbas o raíces.
De estos últimos nos centraremos en dos, la tos y el oído infectado. Según lo relata la obra, para curar la tos se podían realizar estos tres procedimientos: beber atole con chile amarillo y miel, ingerir una infusión de una hierba llamada teouaxin con chile y sal; y como tercer remedio, mezclar raíz de tlacopopotl, también conocida como popote, con agua de cal y chile. Para el oído infectado se empleaban gotas tibias de resina de coyoxóchitl, también conocido como arete de india, el cual es mezclado con chile, este se aplica tres veces al día. En ambos casos, las propiedades antibacterianas, analgésicas y por su contenido en vitaminas del chile, sirvieron como factor curativo. La pregunta es ¿por qué no las aplicamos ahora?