Esta mañana algo parece diferente. Para Miguel el clima ya no es el mismo que hace dos semanas. Por alguna razón la chamarra ligera que podía llevar a todas partes, no lo cubre completamente del frío. En su lugar ha optado por tomar del closet una más gruesa y con un forro afelpado. Del mismo modo, en su espacio de trabajo han cambiado alguna bebida refrescante por una segunda taza de diversos líquidos vaporosos, para aminorar el frío. Aunque, con la aparición de las luces navideñas, el colocar bombones dentro de una de estas bebidas parece algo natural.
La relación entre las bebidas calientes y el fin de año es tan obvia que no requiere explicación. Sin embargo, dentro de la historia de la alimentación, las formas de consumir distintos alimentos pueden variar dependiendo de la interpretación que se les den. Un ejemplo clave en la alimentación mexicana es la sopa de pasta, la cual puede tener formas parecidas a las pastas italianas, con la pequeña diferencia de que, en nuestra cotidianidad, éstas se cuecen en caldillo de jitomate, al punto de sobrecoserlas, de ahí su nombre, sopa aguada.
Por otra parte, según las crónicas precolombinas, el cacao se preparaba en forma de bebida amarga, acompañada de chile, vainilla y achiote. Lo cual cambia por completo el sentido de lo que hoy el mundo conoce como chocolate. Según datos del historiador Manuel Miño Grijalba, durante el siglo XVII el consumo de chocolate en forma de bebida era muy frecuente entre las sociedades novohispanas de toda índole. Aunque, la mejor manera, y la más costosa de consumirlo, era con la mayor concentración de cacao posible. En ese sentido, se tenía especial aprecio a las semillas provenientes de Caracas y Maracaibo, en Venezuela, o del Soconusco en el estado de Chiapas, esto debido a que su sabor tenía cierto grado de dulzor, a comparación con las semillas de Guayaquil, en Ecuador, el cual era de mayor amargor.
Esto trajo consigo que las clases bajas acostumbraran el añadir azúcar a las bebidas amargas, cabe recordar que ya se tenía la experiencia con los atoles y champurrados. Para las clases altas, esta acción era deleznable, lo que permitió crear la distinción en su consumo. Como se imaginarán, con el paso del tiempo, los mercaderes abarrotaron, por ejemplo, a la Ciudad de México con cacao proveniente de la ya citada ciudad ecuatoriana. Dicha acción ocasionó un mayor acceso al resto de la población, dando paso a una mayor popularización y arraigamiento de su consumo. Al grado que se convirtió en un producto de primera necesidad. Esto puede explicar el porqué las bebidas a base de chocolate, o con sabor a chocolate, forman parte de la alacena básica mexicana, y que aparecieron, tanto en el desayuno como en la cena de cualquier infante, ahora materializado en la próxima época decembrina.