JD Vance saltó a la fama en 2016 con la publicación de su autobiografía Hillbilly: Elegía Rural. En ella, relata sus orígenes de clase trabajadora pobre en el Midwest estadunidense azotado por la desindustrialización y su improbable ascenso social, catapultado por su ingreso a la Escuela de Derecho de la Universidad de Yale. Elocuente e incisivo, el libro se convierte rápidamente en una de las principales fuentes para entender el fenómeno Trump. Por aquel tiempo, Vance era un acérrimo crítico del neoyorquino a quien llamó “heroína cultural” y equiparó con Hitler. Hoy es su candidato a vicepresidente.
Trump y Vance vienen de universos muy distantes. El primero nació en una familia acomodada en 1946; el segundo en una con muchísimas carencias, casi 40 años después. Vance es de libros e ideas; Trump no lo es, para nada. A pesar de sus abismales diferencias, comparten algunas cosas. Destacan las siguientes. Cero experiencia en el gobierno previo a su lanzamiento, respectivamente, como candidato a presidente y candidato a vicepresidente. Outsiders con fuerte carga de resentimiento, los dos. Comparten, también, el nombre “Donald”, instintos políticos agudos, gran velocidad de reacción y lenguas incendiarias.
Nacido como James Donald Bowman el 2 de agosto de 1984, Vance adopta el apellido de soltera de su madre en 2014. Hijo de padres divorciados, crece con sus abuelos maternos rodeado de penuria, violencia, drogas y falta de perspectivas. Tras graduarse de bachillerato, se enlista en los marines y es enviado por seis meses a Iraq en 2005. A su regreso a Estados Unidos, cursa la licenciatura en la Universidad Estatal de Ohio y, al concluir, es admitido en la Escuela de Derecho de Yale, una de las más prestigiosas de ese país. Ahí conoce a Peter Thiel, quien primero sería su jefe y, más tarde, el principal financiador de su campaña al Senado, así como a Usha Chilukuri, su futura esposa.
Vance trabaja dos años escasos como abogado y luego se muda al sector financiero como director de la empresa del cofundador de PayPal, exitoso inversionista de riesgo y libertario conservador, Peter Thiel. En 2016 funda una organización social —Our Ohio Renewal— con la misión de combatir las adicciones y la pobreza en su estado natal. Esa organización no consigue prácticamente nada. Más bien, y al parecer, es usada por Vance para hacer sus pininos en política, durante los cuales pasa de crítico despiadado de Trump a ferviente creyente en sus causas. En 2022, ya todo un converso, se lanza como candidato al Senado por el Partido Republicano y obtiene el triunfo, gracias al dinero de Thiel y el apoyo de Trump.
Carrera meteórica la de Vance y conversión al trumpismo total. La pregunta es por qué lo escoge Trump como su compañero de fórmula para el 2024. No es porque pudiera traer muchos más votos. Su estado es sólidamente Trump y en los estados vecinos no queda claro que pudiese levantar el voto. Tampoco tiene que ver con una larga y estrecha relación con el candidato presidencial, pues se conocen recién en 2021.
Entre las respuestas de diversos analistas, dos me parecen las más plausibles. Que fue por el apoyo que Vance recibió por parte de los hijos mayores de Trump. Y, también, el que lo escogió por lo mucho que le gustó a su ego el que JD Vance se hubiera convertido en su fervoroso admirador.
Además de esas posibles razones, hay otras dos que habría que considerar. Primero, ese olfato de Trump diciéndole, como comentó en algún momento, que Vance estaba “hot”. Segundo, su sensación, tras el debate tan desastroso para Biden y el intento de asesinato tan beneficioso para él, que podía darse el lujo de elegir a quien se le diera la gana. Incluso a un virtual desconocido, recomendado por sus hijos, al que le gustaba eso de las ideas y los libros.
Cualesquiera hayan sido las razones de Trump, JD Vance pudiera acabar resultándole una buena apuesta. Porque puede ser un activo contra los demócratas dada su juventud y su condición de varón, especialmente ahora que Kamala Harris es su virtual candidata presidencial. También y quizá sobre todo, porque, de ganar, Vance podría aprovechar ese cargo de vicepresidente no tan demandante en tiempo para construir los rieles del trumpismo hacia adelante: un conjunto de ideas convocantes capaces de viajar en el tiempo y una base de adeptos y votantes jóvenes.
Ya veremos si beneficia a Trump. Lo que es difícil imaginar que no le beneficie a Vance.