¿Nuevos libros de texto, nuevo país?

Ciudad de México /
A decir de la 4T, se busca subrayar “la importancia de lo colectivo, lo comunitario y lo contextual”. AP

Los nuevos libros de texto que tanta polémica han causado son parte de un nuevo modelo educativo (la Nueva Escuela Mexicana, NEM) y de un nuevo proyecto de país (la cuarta transformación). Dado que el proyecto de país y de educación que plantean son profundamente distintos al proyecto nacional y educativo que fue el dominante durante los últimos 30 años, no es raro que causen polémica. Lo raro sería que no la causaran.

Como todos los modelos educativos propuestos en el pasado, el presentado por el gobierno del presidente López Obrador encarna los valores y la visión del mundo del gobierno que lo abandera e impulsa. Esta vez, sin embargo, el cambio propuesto es inusualmente radical tanto en lo valorativo como en lo pedagógico. Tampoco sorprende tanto que así sea, pues, desde la campaña, el hoy Presidente dejó muy claro que su objetivo global era llevar a cabo una transformación mayor de la vida nacional.

Los valores y la visión del mundo que proponen la NEM y sus libros de texto se fundan en el rechazo al modelo educativo hegemónico en México y en buena parte del mundo durante las últimas décadas. Me refiero al modelo hiperindividualista y fuertemente orientado al mercado que sirvió de base a las reformas educativas de 2000 en adelante y, en especial, a la de Enrique Peña Nieto. Un modelo que priorizaba, en breve, la optimización y evaluación de aprendizajes cognitivos individuales, veía la mejora de la calidad del “capital humano” como el fin primordial de la escuela, y consideraba la mala calidad de los docentes como el principal impedimento para elevar el nivel educativo.

Frente a ese modelo, la NEM y sus libros de texto proponen un giro de 180 grados. Una visión que enfatiza los saberes y habilidades compartidas por todas y todos los integrantes de la comunidad nacional, que subraya la importancia de lo colectivo, lo comunitario y lo contextual y que reconoce el rol protagónico de las y los maestros como mediadores entre el currículum nacional y las enormemente diversas realidades locales.

En lo pedagógico, el cambio más importante planteado por el gobierno actual es la sustitución del enfoque tradicional basado en contenidos disciplinarios impartidos por separado (matemáticas, lengua, biología, historia, etc.) por uno basado en aprendizaje por proyectos. En este último, las y los alumnos construyen y desarrollan los distintos saberes y habilidades vinculados a diferentes asignaturas de forma integrada a través de proyectos sobre problemáticas reales a nivel comunitario, nacional o global, tales como cambio climático o arreglos de calles en una comunidad. La educación por proyectos no es un planteamiento nuevo. Se encuentra en muchas de las propuestas de la denominada “escuela o educación activa”, tales como las de Montessori y Freinet, entre otros, y ya se incluía en planes y programas anteriores. Lo nuevo es que ahora la educación por proyectos se convierte en el enfoque pedagógico dominante en los planes y programas de preescolar hasta secundaria.

La NEM y sus libros de texto aportan algunos elementos valiosos, pero también muy serias carencias. Las más graves son dos. Primero, la ausencia casi completa de guías técnico-pedagógicas tanto para los contenidos disciplinares como para la puesta en práctica de la educación por proyecto. Segundo, la falta total de concordancia entre la formación inicial y continua de las y los maestros y las nuevas y muy altas exigencias planteadas por la NEM, sus nuevos planes y sus nuevos libros de texto. Ambos potencialmente fatales para la implementación de los cambios.

El modelo educativo hegemónico que el NEM rechaza tenía, también, virtudes y defectos. Lo más importante es que, en el caso mexicano, ese modelo no dio los resultados prometidos en términos de mejorar la calidad de los aprendizajes. De 2000 a 2018 disminuyó en algo la proporción de estudiantes con los desempeños más pobres, pero el porcentaje de alumnos con niveles de logro insuficientes siguió siendo muy alto. Las ligeras mejoras en calidad y los aumentos en escolaridad tampoco se tradujeron en mayor acceso a buenos empleos, dada la pertinaz incapacidad de la economía mexicana para generar suficientes plazas de calidad durante las últimas tres décadas.

A nuestro sistema educativo le hacía falta una sacudida, un cambio de raíz. El propuesto por el gobierno actual, con todo y sus limitaciones, ofrece un buen punto de partida para mejorar la educación nacional. Para que ello ocurra, sin embargo, hará falta mucha inversión, mucho trabajo técnico-pedagógico y mucha capacitación y acompañamiento a las maestras y maestros. Esto último será clave. Básicamente, pues es de los docentes de quienes dependerá que un conjunto de propuestas se traduzcan o no en procesos de enseñanza-aprendizajes que contribuyan a una convivencia más civilizada y armónica, así como al progreso social incluyente y posibilitador para todos y todas las niñas, niños y jóvenes de México.


  • Blanca Heredia
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