América del Norte: la marcha de la necedad

  • Prospectivas
  • Carlos Iván Moreno Arellano

Jalisco /

En su brillante obra The March of Folly, Barbara Tuchman analiza cómo las naciones, a pesar de contar con evidencia clara de las consecuencias negativas de sus decisiones, persisten en políticas autodestructivas. Esta reflexión resuena de manera inquietante en la actual relación entre México y Estados Unidos, profundamente marcada por la reciente reelección de Donald Trump y el deterioro del espíritu de cooperación regional.

Apenas se vislumbra un nuevo mandato de Trump y vuelven las amenazas arancelarias, los discursos xenófobos y los atisbos de proteccionismo extremo. Tuchman lo describiría como un acto deliberado de irracionalidad: una negativa a aprovechar las oportunidades de colaboración frente a desafíos comunes como el cambio climático, la migración y la seguridad. El T-MEC, que ha sido un motor de progreso compartido, ahora es visto como un campo de batalla ideológico. Bajo Trump, este acuerdo está en la mira de una revisión que prioriza los intereses unilaterales sobre los beneficios colectivos. Ningún país del bloque gana; todos pierden.

Mientras nos enredamos en conflictos internos, potencias como China y Rusia aprovechan el vacío de liderazgo para extender su influencia en la región. ¿Acaso Washington no entiende que dividir América del Norte es abrir la puerta a sus rivales? ¿O que sus amenazas de intervención militar en México solo exacerban el sentimiento antiestadounidense y fortalecen a otros bloques? La evidencia parece no importar, mientras las tribunas aplaudan.

El problema no es la falta de alternativas, sino la necedad de los actores políticos. Así lo apuntamos en el libro US-Mexico Relations, Structuring Alternative Futures, presentado en la FIL de Guadalajara el domingo pasado. Nuestra prosperidad compartida solo se logrará mediante una integración más profunda, que incorpore aspectos educativos y científicos; y con la creación de un frente común ante el ascenso chino.

América del Norte tiene dos caminos ante sí: persistir en un modelo de confrontación que alimenta los intereses de terceros o reconstruir los lazos de cooperación que han demostrado ser mutuamente beneficiosos. No hacerlo sería una necedad histórica, digna de figurar en las páginas de Tuchman junto a los desastres de Troya y Vietnam.

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