Sembrar odios, su principal legado

Ciudad de México /

El poder adquisitivo aumentó más del doble después de 35 años “neoliberales” y cientos de miles de familias tienen mayores ingresos porque reciben dinero mediante los clientelares programas sociales que se dan en nombre de Andrés Manuel López Obrador.

Pero gracias a que su pecho “no es bodega” sabemos que el reparto de efectivo es lo que explica el apoyo popular de que goza.

En su mañanera del 4 de enero del año pasado confesó:

“Ayudando a los pobres va uno a la segura, porque ya sabe que cuando se necesite defender la transformación, se cuenta con el apoyo de ellos” (no de “sectores de clase media ni con los de arriba ni con los medios ni con la intelectualidad”), y que respaldar a los jodidos “no es un asunto personal, es un asunto de estrategia política…”.

Lo maligno de la receta le salió retequebién.

Como logro de su gobierno presume que entre 2019 y 2022 salieron de la pobreza cinco millones de mexicanos, omitiendo un vergonzoso factor que nada tiene que ver con su gestión: las remesas de los paisanos que huyeron del hambre o fueron expulsados por la violencia, y cuyo monto superó en 2023 los 63 mil 300 millones de dólares.

Ninguna de sus políticas sociales fue al fondo de los problemas estructurales y buena parte del dinero que recibe “el pueblo” se va en la compra de medicamentos (aunque él afirme que deja un servicio público de salud “mejor que el de Dinamarca”).

Termina esta medianoche una presidencia de fracasos estrepitosos en seguridad, educación, desapariciones, homicidios, corrupción o caso Ayotzinapa, pero AMLO se va con una popularidad indiscutible porque repartió dinero.

¿Y qué tal como presidente?

Fue pésimo, sobre todo a partir de que traicionó su juramento de respetar y hacer respetar la Constitución y las leyes.

Demagogo, populachero y carismático, dividió a los mexicanos con su siembra cotidiana de odios y calumnias; con su invención de “adversarios” nacionales y extranjeros; con sus linchamientos desde su atril de predicador y paredón de Palacio; con su delictiva exhibición de datos personales y, lo más grave, con su dinamitación de la separación de Poderes y su guerra de exterminio de la independencia del Poder Judicial.

AMLO equipara la trascendencia de su 4T con la Independencia, la Reforma y la Revolución y se sueña junto a Hidalgo, Juárez y Madero en el panteón de “la historia”, pero “la historia patria es el cuento de hadas que se cuentan los pueblos para sentirse únicos (…). La historia patria mexicana es una de las más falsas del mundo. Su colección de héroes y villanos es una vergüenza de tergiversación histórica…”, escribió en su Día con Día del 20 de septiembre Héctor Aguilar Camín.

Y lo que AMLO ambiciona es una historia patria personal porque se siente único.

No se avergüenza de ufanarse como “el segundo más popular del mundo”, con “autoridad moral por encima de la ley”.

Lástima de popularidad.

Despreció el conocimiento, mintió siempre con sus “otros datos” y todavía se cree ser El Salvador de México...


  • Carlos Marín
  • cmarin@milenio.com
  • Periodista con 55 años de trayectoria, autor del libro Manual de periodismo, escribe de lunes a viernes su columna "El asalto a la razón" y conduce el programa del mismo nombre en Milenio Televisión
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