Hace un par de años, después de que explotara el escándalo del llamado Cártel Inmobiliario en la delegación Benito Juárez, Soledad Loaeza escribió un texto en Nexos que, evidentemente, ningún panista leyó o si lo leyeron no le hicieron caso.
Nadie como la doctora Loaeza ha mirado, analizado al Partido Acción Nacional desde hace muchos años. Ahí están sus investigaciones, libros, artículos, entrevistas.
He vuelto a revisar en estos días muchos de los textos de Soledad después del desastre del PAN en la elección y ahora en su renovación de liderazgo (así le dicen).
Va de regalo esta cita de ese texto que creo es precisa:
“Después de años de desacuerdos y conflictos internos, de traiciones y deserciones que carcomieron al que fue durante décadas el partido de oposición al PRI más consistente, articulado y comprometido con la construcción de la democracia vía las elecciones, el PAN se sumerge en los lodos del PRI. En casi ochenta años de existencia resistió la hostilidad de un sistema autoritario, las agresiones del PRI, la cerrazón de las izquierdas, el oportunismo de obispos y arzobispos, las ambigüedades de los empresarios, la indiferencia de la opinión pública. ¿Qué explica una decadencia que inició probablemente en 1988, cuando el entonces presidente del partido, Carlos Castillo Peraza, negoció con su tocayo Carlos Salinas su apoyo “condicionado” a los resultados oficiales de la elección presidencial? ¿Fue producto de la incapacidad para defenderse de las toxinas del poder cuando no supo qué hacer con él? Parecería una contradicción afirmar que el PAN es un partido en decadencia y, al mismo tiempo, hacer un recuento de sus muchos triunfos en las urnas en las últimas décadas. No obstante, este contraste es más una paradoja que una contradicción y, a mi manera de ver, sería el resultado del impacto del poder sobre una organización cuya única fuerza era un conjunto de valores que fueron rebasados por la modernización de la sociedad. Antes de ajustarse a las realidades del siglo XXI, Acción Nacional se dejó seducir por el espejismo de las mayorías electorales. Invirtió así el orden estratégico de todo partido político que aspira a la continuidad, según el cual el partido es el que atrae a los electores y no a la inversa. Los panistas de antes veían en la doctrina su primera seña de identidad y luego el escudo protector de su unicidad. Cuando ésta perdió relevancia, el PAN pasó a ser un partido como otros”.
Pues sí, como dice la doctora Loaeza.