El operativo llevado a cabo en el Estado de México el pasado fin de semana que consistió en varios arrestos a mandos de seguridad y una alcaldesa es la primera muestra de la nueva estrategia que, con Omar García Harfuch a la cabeza, se ha puesto en marcha.
Hay varios signos positivos en el operativo, sin duda.
El primero es que los arrestos muestran que el gobierno federal entiende que el problema está en lo local y que la situación de toma de territorio con extorsiones, cobro de piso, secuestros, etcétera; sucede porque hay la complicidad y ayuda de las autoridades locales, sobre todo la de seguridad. Parece obvio, pero en los hechos no lo fue en todo el sexenio pasado. Hace un año los pobladores de Texcatitlán habían vivido y denunciado el horror y poco había sucedido.
Basta ver lo que ha pasado en estos años en Guerrero o en Chiapas, por ejemplo. ¿Alguien cree que lo sucede en esos estados no tiene que ver con las autoridades locales?
Los arrestos, que seguramente no serán los últimos, pero mandan una dura señal a los que andan en las mismas, fueron operados sin fugas previas de información, otra buena señal de la operación.
Es, sin duda, un buen primer paso.
Ahora falta el resto, que no es poco, y habrá que seguirlo con lupa, como seguramente se hará desde la oficina de García Harfuch y la presidenta.
Lo primero son las carpetas de investigación.
Toca ahora a las fiscalías, los ministerios públicos, armar los casos y presentarlos ante jueces para que los arrestos no se queden solo en eso, como tantas veces hemos visto. García Harfuch ha pedido y logrado capacidad de investigación para sus policías, veremos cómo están esas carpetas.
Pero la verdadera evaluación final de Enjambre vendrá en el futuro. ¿Ahora, qué?
De mayor o menor tamaño, este tipo de “intervenciones” en estados o regiones las hemos visto en otras ocasiones. El mayor desastre aquello que llamamos el michoacanazo, pero ahí está Ciudad Juárez o La Laguna, por mencionar algunos.
Los cómplices de los delincuentes, presuntos delincuentes ellos mismos, ya no están; ¿quién llega? ¿Cómo hacer para que no lleguen otros iguales? ¿Cómo impactar ahora a los grupos que se beneficiaban de esa complicidad para que no se arreglen con otros o con los que lleguen nuevos?
Ese trabajo es más complicado, menos espectacular, pero es el que importa.