Lo sucedido alrededor del nombramiento de la presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos podría haber sido un trámite más, como tantos nombramientos. Uno en el que, igual que en el sexenio pasado, se mandara la señal desde Palacio: “ella es” y todos tranquilitos votaran con algunas trampitas para complacer al jefe, y ya está. Rosario Piedra estaba tan mal calificada para presidir la CNDH hace unos años como ahora. La salvaba su apellido y la historia de su señora madre, una luchadora incansable, nada más.
Pero ahora se acumulaban los años desastrosos, por eso hubiera sido sencillo que la Presidenta más votada de la historia se sentara con ella, le agradeciera, le pidiera que no compitiera por reelegirse y a lo mejor hasta algún otro puesto honorario le ofrecía en alguna parte. Pero no. Nunca sabremos si la Presidenta lo pidió o no —aunque está claro que quería a alguien más ahí—; lo que también está claro es que ese mensaje no llegó a Rosario y ella se dijo a sí misma: voy por cinco años más.
Lo de la presidenta Sheinbaum es la administración, no la política. En el Senado esa la hacen quienes fueran sus rivales en la interna de Morena (Adán Augusto) y quienes fueron cercanos a AMLO (Alejandro Esquer).
A su tiempo al frente de la CNDH se acumuló el último lugar en la evaluación y la falsa carta de recomendación de un obispo. No solo eso, pensando que pertenecían a otro “movimiento”, algunos creyeron que con esos resultados ni a la terna final entraría (no se rían de Javier Corral, por favor, él es inmaculado). Y pues sí, ahí quedó en la terna y era la favorita de los jefes morenistas.
Ayer la periodista Leticia Robles de la Rosa informó en X: “Adán Augusto quiere entregarle las boletas de votación para la CNDH a todos los senadores de Morena, PT y Verde YA VOTADAS en favor de Rosario Piedra Ibarra. ‘No es que desconfíe de ustedes, pero hay que garantizar los votos’, les dijo”.
En el Senado se armó el desmadre, la oposición pidió que la votación se transparentara, Adán Augusto lo negó todo —y se apuró a dar instrucciones a sus senadores (hay video)—, pero algo sabría Fernández Noroña que pidió un receso para que se reuniera la Junta de Coordinación Política. Regresaron de esos cinco minutos, Fernández Noroña informó de los acuerdos para la votación, para luego dar otro receso.
Los tiempos de entrega en un diario son los que son. Pero no importa el resultado. Una duda está clara, es razonable y Rosario la evidenció: ¿quién manda ahí?