La vocación de Omar García Harfuch es la de policía. Su historia, su preparación, su experiencia lo han convertido en uno de los mejores haciendo eso: policía, jefe de policías, diseñador de policías.
Cada vez que se le menciona en público hay un comentario elogioso a lo que hizo en Ciudad de México, con la esperanza de que así lo hará a nivel federal. Queda claro, y uno supone que él lo sabe, que las complicaciones y diferencias entre la capital y el país son muchas y variadas; vale la pena leer a Javier Garza en El País.
Pero más allá de todos esos problemas, creo que importa apuntar a uno que ya está en camino, parece imparable y afectará la vida del país por mucho tiempo.
La vocación del policía es reducir el delito mediante la detención de personas. Sí, algunos hablan de prevención y a veces hasta algo hacen al respecto, pero los policías quieren sacar a los que ellos consideran delincuentes de las calles y ponerlos tras las rejas. Y no está mal. Para eso están, por eso van armados y se les dan los recursos que se les dan.
Pero en un sistema de justicia que funciona, la actividad de la policía está siempre monitoreada y controlada primero por los fiscales o ministerios públicos, que necesitan que las actuaciones de los policías sean conforme a la ley para armar casos que funcionen cuando se inicia un proceso judicial. Sabemos que eso en México no existe. Hace mucho tiempo que las fiscalías han sido abandonadas, corrompidas y prácticamente inutilizadas. La mayoría de las detenciones que hace la policía son “en flagrancia”, es decir, los atraparon cuando estaban cometiendo un delito. De risa loca o de llanto si uno considera que esas flagrancias son en su mayoría falsas, pero subsidian al inútil Ministerio Público.
Así, en México, el último recurso para hacer que, ante la ausencia de fiscales, la policía cumpla la ley es el juez. Ese que exige durante el juicio que el arresto, la recolección de evidencia, el trato al detenido se haya hecho conforme a la ley.
En un país plagado por la violencia y la inseguridad, ¿qué es popular? Que mucha gente vaya a la cárcel, cosa que no arregla nada. Y eso harán los jueces elegidos por votación para ser populares. Y el humanismo de la 4T es muy fan de eso, incluida la Presidenta, que se queja de jueces que liberan presuntos responsables, pero no de los miles de inocentes que duermen por años en una prisión.
García Harfuch, el policía, debe estar feliz con la reforma. Su chamba será mucho más sencilla.