El pasado diez de octubre celebramos el día de la salud mental y vale la pena reflexionar sobre la fecha.
La sociedad consumista, materialista y adicta a la desinformación trata de imponer como normal la estupidez (como conducta), donde el aparato psíquico (la mente), está expuesta a una sociedad liquida y a una vida de consumo que nos divide y separa.
En palabras del filósofo Zygmunt Brauman la vida social ya se ha transformado en una vida electrónica o “cibervida” donde la vida social, se desarrolla ante una computadora o un celular y esto está provocando sin duda enfermedades mentales que estamos dejando pasar sin darle la importancia oportuna.
Ya no hablemos de la vulgaridad, lo efímero y lo chatarra de la comunicación digital en tiempos de Facebook, instagra y tik-tok donde se muestra la cultura del “mostrar y decir”.
Se impone el error, la malicia y hasta delitos donde la ciberseguridad está en pañales. Humberto Eco nos advirtió que venía la invasión de los idiotas.
La psiquiatría y psicología social muestran un rezago de intervención respecto al crecimiento de las otras formas de convivencia social o relaciones “parasociales”, donde los afectos a mascotas y la cultura de los “perrijos” nos colocan ante dilemas y paradigmas inéditos.
En mis estudios maestrantes lo hemos tocado dentro de la filosofía del conocimiento pero esa, esa es otra historia.
Desde la sociología existe un excelente ensayo titulado: “El triunfo de la estupidez” de Jean Francois Marmion que nos invita a la reflexión y a la crítica de lo que pasa en una sociedad donde la cultura del espectáculo define lo político y lo social.
Pero volviendo al tema de esta reflexión la salud mental debe estar en la agenda política pues todo está en la mente la cual el mercado capitalista, se esfuerza porque se entregue a cosas efímeras e intrascendentes (la era digital), ante la falta de espacios públicos donde la cultura, el deporte y la recreación social se están difuminando.
La salud mental abarca múltiples factores donde el social y económico son fundamentales pues la salud física al igual que la mental se relacionan con la pobreza y con la desigualdad.
De ahí que la presidenta Claudia Sheinbaum reforzará los programas del Bienestar cuyo incremento anual no estará por debajo de la inflación, apoyando a los niños de educación básica, la seguridad social y el acceso a la vivienda sobre todo para quienes menos tienen.
¿Debe ser un derecho garantizar la salud mental de los ciudadanos?
La salud mental como política pública debe ser el acicate para encontrar las felicidades objetivas que se reflejen en mentes sanas y cuerpos sanos sin aspiracionismos estúpidos (otro tema), o necesidades inventadas en un sociedad de consumo donde el mercado manipula con una facilidad deseos, aspiraciones y gustos ante el desplazamiento de la cultura del esfuerzo y de los hábitos inculcados por nuestros padres y abuelos.
El bienestar como política debe ser el acicate para encontrar las felicidades objetivas que se reflejen en mentes sanas y cuerpos sanos a pesar de una sociedad consumista donde las estructuras sociales son efímeras y no sirven de referencia para los actos humanos, salvo que deseemos adentrarnos a la estupidez o idiotez, patologías propias de las enfermedades mentales.
Urge volver a la convivencia social y a los valores primigenios y reconocer que, mentalmente no estamos tan sanos…