Cuando nos volvamos a escuchar

Laguna /

A propósito del nuevo nivel de polarización alcanzado por la reforma judicial, tengo la sensación de que hemos dejado de escucharnos. 

Es tanto el ruido que no sé si alcanzamos a escuchar nuestros propios pensamientos.

Pienso que es una duda razonable, porque los argumentos a favor o en contra alcanzan niveles insospechados de ambigüedad y descontextualización, lo que hace dudar si la persona que los presenta realmente se está escuchando a sí misma cuando los dice.

Pienso que quien dice que murió la república y que ya hay una dictadura o no se está escuchando, o miente deliberadamente. Pienso que quien celebra el triunfo como una victoria del pueblo o no se está escuchando, o miente deliberadamente.

¿Cómo aprender a escucharnos? ¿Cómo escuchar lo que nosotros mismos estamos “gritando” en redes sociales? ¿Cómo aprender a escuchar al que no piensa como yo? ¿Cómo llegamos al punto en que los argumentos parecen dirigidos más a reafirmar una posición que a generar comprensión?

La clave está en recuperar la escucha activa como herramienta política y social, en lugar de tratar al otro como una amenaza. 

La construcción de la cultura de paz en este contexto no significa llegar a un acuerdo total, sino encontrar valor en la pluralidad y en la convivencia pacífica de ideas divergentes.

En Uncivil Agreement, Lilliana Mason explora cómo la polarización política ha pasado de ser un simple desacuerdo ideológico a una profunda división social. 

El problema no radica tanto en los desacuerdos sobre políticas públicas, sino en cómo las identidades políticas se han fusionado con otras identidades sociales, culturales y hasta morales.

Esta lógica de "nosotros contra ellos" genera un entorno en el que el debate político deja de ser un espacio de intercambio de ideas y se convierte en un campo de batalla. 

No se defienden solo puntos de vista, se debate para proteger la identidad y el grupo.

La escucha activa se dificulta enormemente porque las emociones, como el miedo, la ira y el desprecio hacia el otro grupo, tienden a dominar la conversación. 

En lugar de interpretar los argumentos del otro, las personas los perciben como ataques a su propio grupo, lo que activa respuestas defensivas.

Esta dinámica crea un círculo vicioso: cuanto más nos identificamos con nuestra posición política, más nos distanciamos del otro, lo que a su vez alimenta aún más la polarización.

No se trata solo de un problema de argumentos mal formulados o de desinformación, sino de un fenómeno mucho más profundo relacionado con cómo las identidades colectivas influyen en nuestra percepción del otro.

No es solo un debate sobre la justicia, sino sobre quiénes somos como sociedad. 

En este contexto, escuchar al otro no solo es difícil, sino que se percibe como un riesgo de "traición" a la propia identidad.

En un entorno donde el debate se ha transformado en una lucha identitaria, la polarización no puede resolverse con más argumentos, sino con un cambio en la manera en que nos relacionamos con nuestras propias identidades políticas y con los demás.

Nos volveremos a escuchar cuando aprendamos a construir lo colectivo de una manera distinta.


@perezyortiz

  • David Pérez
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