Origen o destino, ¿qué importa más en la inversión extranjera directa?

Ciudad de México /

En el primer trimestre de 2024 la Inversión Extranjera Directa (IED) logró una nueva marca histórica de 20 mil 313 millones de dólares (mdd), según datos publicados por la Secretaría de Economía (SE). Esta cantidad representa un incremento de 9 por ciento respecto al mismo lapso de 2023.

Algunos analistas han cuestionado el hecho de que 96.6 por ciento de este monto es una reinversión de utilidades, lo cual supera el promedio reciente: entre 2018 y marzo de 2024, 55 por ciento de la IED provino de reinversiones, 32 por ciento de nuevas inversiones y 13 por ciento de otras fuentes. El cuestionamiento, entre otros, es que esta modalidad de IED no es tan benéfica para el país porque no se trata de empresas nuevas llegando a México, sino de la operación de las ya establecidas. Adicionalmente, dicen algunos, la desproporción es una señal de que no hay tal cosa como un fenómeno de relocalización (nearshoring) teniendo lugar realmente en México. En realidad, la narrativa que buscan establecer estas críticas es que, según ellos, la confianza de los inversionistas y empresarios extranjeros en el país no es tan sólida como los números la hacen ver.

Esta línea de argumentación pierde, o hace como que pierde, de vista, los elementos más relevantes para el análisis. En primer lugar, la importancia de la IED para una economía radica en su destino y en el impacto que puede tener en la productividad y el acervo de capital, que es lo que en última instancia determinará su efecto sobre el PIB del país y su crecimiento.

Si una empresa extranjera decide que su filial en México no le pague dividendos, sino que reinvierta sus utilidades en una nueva planta o en la ampliación de una línea de producción, el efecto sobre el país es similar, o incluso idéntico, al que se obtendría si esa inversión se financia con aportaciones de capital desde el exterior. Además, la decisión de reinversión de esa compañía pasa necesariamente por la confianza que sus accionistas tienen en la economía del país en que se encuentran. Si los accionistas consideraran que las condiciones generales de tal economía no fueran propicias, sin duda preferirían cobrar sus dividendos que reinvertirlos. Nadie, le echa dinero bueno al malo, mucho menos las empresas de clase mundial que se han establecido en México en los últimos años.

En segundo lugar, respecto al negacionismo de la relocalización, basta con revisar la ubicación geográfica de la IED. Las entidades de la república más beneficiadas entre 2018 y hoy son, en primer lugar, Ciudad de México con 28.3 por ciento del total, seguida de Nuevo León con 9.7 por ciento; Estado de México, 6.3 por ciento; Jalisco, 5.6 por ciento, y Baja California, con 4.8 por ciento. Juntos representan 54.7 por ciento de la IED en el periodo.

Lo anterior coincide con que en esos estados se encuentran las ciudades con el mayor atractivo para la relocalización: Ciudad de México, Monterrey, Saltillo, Tijuana y Guadalajara, mismas que concentraron 75 por ciento de la demanda bruta acumulada de espacio industrial a nivel nacional al tercer trimestre de 2023, de acuerdo con la plataforma de datos Solili.

En términos generales, la IED impacta a las economías principalmente a través de la transferencia de capital físico y financiero, así como la adopción de modelos y tecnologías de producción. Estos factores contribuyen a la creación de empleos, con mayor productividad, y al desarrollo de infraestructuras. Además, la IED fomenta la competencia en el mercado interno, lo que puede llevar a una mayor eficiencia y a la reducción de costos. Ninguno de estos impactos positivos distingue entre IED “nueva” y reinversión.

En suma, independientemente de si se trata de nuevas empresas o reinversión, la IED ha traído ya, y promete traer aún más, importantes beneficios para México. Más que concentrarse en el origen específico de las decisiones de inversión, resulta relevante poner atención a las condiciones que han permitido su crecimiento, en particular la confianza que nuestro país ha generado y sigue generando en inversionistas extranjeros para traer al país capital que contribuya con su desarrollo.

Alfa positivo. Hablando de confianza e inversión extranjera, una muestra más es el interés de varios de los más importantes fondos de inversión globales en la adquisición de Terrafina, fideicomiso mexicano con un portafolio de 274 propiedades industriales y cinco reservas territoriales. Apenas en estos días Fibra Macquarie ha incrementado su oferta, misma que compite contra la de gigantes como Prologis y BlackStone. Está claro que los grandes inversionistas internacionales tienen confianza en el desarrollo industrial que viene para nuestro país.


  • David Razú
  • Economista dedicado a temas de finanzas, inversiones y previsión social. Director General de Afore XXI Banorte.
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