Que Hugo Luna rompió el silencio que le caracteriza en sus reuniones plenarias de bancada. A sus compañeros de la Cámara de Diputados federal les pareció extraño el guiño que le hizo la coordinadora Ivonne Ortega para cederle la palabra en la reunión privada de este martes. Fue breve, trató de ser contundente con un mensaje que cada quien interpretó a su manera. Luna dijo que acababa de regresar de Europa, donde vio a su amigo y ex jefe Enrique Alfaro, ex gobernador de Jalisco, puesto en el ojo del huracán tras los terribles hechos de Teuchitlán, crisis que negó hasta el último día de su mandato. Unos dicen que el mensaje se externó con una carga de advertencia o grito desesperado para no poner en riesgo su posible responsabilidad en las desapariciones y existencia de campos de adiestramiento.
Que Hugo Luna, el poder tras el trono en el alfarismo, supuestamente vio a Alfaro muy tranquilo y confiado no solo de su propio trabajo sexenal como mandatario, sino con su sucesor Pablo Lemus. Sin decirlo fue la pauta para que los buenos entendedores supieran que está consciente que su situación jurídica pende del mandatario en funciones y de la boca de cada uno de los diputados a los que el recado entró como una flecha para darle todo el apoyo y respaldo a la presidenta Claudia Sheinbaum. No tuvo que decir que una declaración en falso puede ser tomada por la federación como una apertura de guerra con graves consecuencias. Hasta ahora los emecistas están disciplinados, sin entrarle al reparto de culpas. Antes de terminar el jalisciense les dijo que si alguien tenía duda era el momento de preguntar, porque como hombre que manejaba los hilos del poder, tenía toda la información que se requiriera. El silencio fue sepulcral si es que había dudas nadie se atrevió a ponerlas en la plenaria. Fue una forma de firmar un pacto entre lemusistas y alfaristas.
Que otro que optó por el silencio fue el fiscal de Jalisco, Salvador González de los Santos, a quien el fiscal federal Alejandro Gertz Manero, lo responsabilizó del sainete en lo que terminó siendo el Museo del Dolor (Teuchitlán). Nada en público solo en corto, gente cercana justificó que el fiscal local no iba a pagar los platos rotos en que se hubiera convertido el impedimento de acceso al rancho de madres, colectivos, periodistas convocados por el propio Gertz, así que dentro de los males prefiere ser responsable del menor.