Para el mundo

Ciudad de México /

En octubre de 1985 Ronald Reagan habló en la Asamblea General de Naciones Unidas. Básicamente, quería denunciar la inacción de la ONU, su incapacidad para promover la paz: “nos ha costado cuarenta años empezar, dijo, no podemos perder más tiempo”. De modo parecido, México presentó la semana pasada ante el Consejo de Seguridad una ponencia para denunciar la inutilidad de la organización. Reagan acusaba oblicuamente a la ONU de complicidad con el comunismo, y amenazaba con retirar a Estados Unidos. Nuestra acusación fue explícita, y no hacía falta amenazar, porque se da por entendido (para el efecto adoptamos una nueva versión de la Doctrina Estrada que nos autoriza a criticar la política económica del resto de mundo, siempre que tengamos autoridad moral para ello —y la tenemos por quintales).

Desde luego, el programa concreto del bienestar fraternal es un despropósito, pero eso también era deliberado. Nadie nunca pensó que se pudiera tomar en serio ni siquiera como sugerencia, y por eso la definición fue no solo absurda sino infantil —que la ONU sea como un gran gobierno y haya un gran banco y se cobre a los ricos y se reparta a los pobres en cajeros automáticos. No se trataba de eso. Los pobres del resto del mundo nos preocupan muy moderadamente, lo que nos importa es ganar el aplauso de la comunidad internacional, pero un aplauso genuino y merecido, informado.

En 1976 publicó Gabriel Zaid un artículo que se hizo pronto famoso: “Cómo repartir en efectivo”. En su momento nadie se lo tomó en serio porque estaba fuera de tiempo. Exponía allí la más audaz de las propuestas neoliberales: que en vez de ofrecer los bienes y servicios que alguien pensaba que hacían falta, el Estado repartiera el dinero en efectivo, y “someter el criterio de pertinencia al juicio de los pobres”. O sea, dejar que el mercado decidiera.

El movimiento de regeneración ha adoptado esa idea como bandera. Y con un temple que hubiese admirado a Milton Friedman, ha hecho del reparto en efectivo la base de la política social —dar dinero, y que el mercado haga el resto. Ahora se trata de asegurar la denominación de origen de la idea. Por eso aprovechamos la sesión del Consejo de Seguridad para explicarle al mundo que después del neoliberalismo lo que hay es mucho más neoliberalismo.

La novedad, en comparación con la actitud timorata, protocolaria y formalista de los gobiernos anteriores, es que nos sentimos hoy lo bastante seguros para exigir al mundo que mire la política económica y la política social de México, y que las tome como ejemplo. No es por presumir, pero en tres años hemos conseguido abatir la pobreza, reducirla como nunca antes, también hemos detenido el flujo migratorio hacia Estados Unidos porque la gente ya tiene un futuro aquí, y hemos acabado con la violencia, hemos desmantelado las organizaciones criminales, hemos desterrado el delito, porque atacamos las causas del problema. Y ahora ofrecemos a la ONU que venga a verificarlo con su aparato de evaluación, con sus criterios, y que mida eficacia, transparencia, sustentabilidad, lo que sea. Ya se lo propusimos al presidente Biden, ahora al resto del mundo.

Fernando Escalante Gonzalbo

  • Fernando Escalante Gonzalbo
Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.