Después de Halloween y la conmemoración del Día de Muertos, entramos en la etapa más oscura del año en el hemisferio norte.
Y no me refiero nada más al panorama político tanto en México como en los Estados Unidos, sino a que los días han empezado a volverse mucho más cortos.
Ante tal escenario, la oscuridad, el silencio y la soledad de la noche son un refugio para escapar de los tumultos de esta tierra.
Desde septiembre, los cielos empezaron a ampliarse ante nuestros ojos, mientras la noche ganaba a la luz 2.5 minutos por día.
Ese proceso terminará en el solsticio de invierno, que este año ocurrirá el 21 de diciembre en la madrugada.
Desde ese momento, el reloj de la luz irá a la inversa y las noches se harán más cortas para llegar a la paridad con el día en el equinoccio de primavera el 20 de marzo del año entrante.
El mes de octubre ofreció un regalo tempranero para los observadores del cielo nocturno.
Por meses se habló de la aparición de un cometa que sería visible sin la necesidad de instrumentos, primero en el hemisferio sur y días más tarde en el norte.
Se le llamó el comenta C/2023 A3 Tsuchinshan-ATLAS.
Su nombre se derivó de los sistemas de observación que lo identificaron por primera vez el año pasado: el observatorio Tsuchinshan o Montaña Púrpura en China y el proyecto ATLAS (Asteroid Terrestrial-impact Last Alert System o sistema de alerta temprana de impacto de asteroides).
Además, la “C” en el nombre indica que el cometa sigue una órbita que no es periódica; es decir, que la masa de roca, agua y gases sigue una trayectoria irregular, irrepetible y posiblemente caótica.
Este último dato podría llenarnos de temor pues, como la misma existencia del sistema de detección temprana de asteroides lo sugiere y como ha ocurrido en el pasado, sabemos que cuerpos celestes han golpeado la Tierra y causado extinciones masivas. Afortunadamente, ese no ha sido el caso de nuestro cometa.
Debido a que es irregular, los astrónomos están todavía calculando la longitud de la senda comética.
Según la NASA, es posible que el cometa tarde más de 80 mil años en dar una vuelta completa y que en su punto más lejano abandone el sistema solar.
Así tan vago es nuestro viajero de corazón y cola.
Por días, estuve a la caza del cometa.
Ya antes había perdido otras oportunidades de ver un astro con larga y brillante cabellera, pese a mis desvelos e incursiones a planicies frías, deshabitadas y oscuras.
Por años, había leído sobre la anatomía, el cálculo y las supersticiones de los cometas.
Me había interesado en la vida de cosmólogos, astrólogos y físicos de la antigüedad y de aquellos que iniciaron nuestra modernidad numérica y astronómica, como Isaac Newton, Carlos de Sigüenza y Góngora y Eusebio Kino, entre otros.
Como muchos en México y en el mundo, había llegado a ver un eclipse total de sol, pero no había podido ver con mis propios ojos un cometa.
Esta era mi oportunidad y, como leeremos la semana que viene, no la dejaría pasar. ¿Vieron ustedes el cometa de la montaña púrpura?
fernandofsanchez@gmail.com