Las masas intoxicadas

  • Semillas de conciencia
  • Gabriel Rubio Badillo

Tamaulipas /

Tenemos una combinación nefasta entre una sociedad adormilada; con programas televisivos que reflejan la más profunda pobreza interior, y gobiernos insensibles a muchos de los gravísimos problemas que nos aquejan.

Si pensábamos que la televisión había perdido terreno para siempre frente a las redes sociales, hoy nos damos cuenta que no es así.

Está teniendo una bocanada de oxígeno puro para alimentar uno de sus más aberrantes usos: ser el opio del pueblo.

Somos un país que no necesita sometimiento mediante armas, ni enormes inversiones para costear una invasión.

Las masas intoxicadas por sí solas, eligen vivir dormidas y explotadas. Y mientras la migración, la violencia, la escasa competitividad y la anarquía devoran a México, el pueblo escarba su tumba intelectual, más profundamente día tras día.

A la gente no le interesa hablar de la injusticia social, ni de las atrocidades que cometen los jueces que hoy se resisten tanto a soltar sus enormes paraísos laborales y financieros, ni de las brutales condiciones de inseguridad en Chiapas, en Guanajuato, etc.

Nada de eso. La gente prefiere hablar sobre los expulsados de un show televisivo en lugar de hablar sobre los expulsados en la frontera con Guatemala por la violencia.

Hoy una vez más, los niños viven un nuevo episodio de incongruencia: se les envía a la escuela supuestamente para educarlos; pero en casa sus padres, profundamente dormidos, se aseguran también de que sus hijos cierren los ojos, de que no piensen por sí mismos, de que consuman el opio de la evasión de la realidad.

Sus padres los critican por la clase de basura que miran en TikTok, pero les parece normal ver basura en la televisión.

Los adolescentes son juzgados por la música vomitiva que escuchan con los corridos, pero a los adultos no parece importarles el vacío y el sinsentido de sus programas que no despliega ninguna clase de arte ni creatividad.

El sello ideológico de esta época es soñar con que puedes hacerte rico y famoso haciendo cualquier estupidez y pensar que ese estilo de vida durará para siempre.

Si no paramos esta voluntaria intoxicación, cuando despertemos del viaje del opio, la realidad va a ser terrible.


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