Cuenta la historia que en el año de 1676, un 15 de febrero, Issac Newton, en una carta dirigida a Robert Hooke, escribió la siguiente frase: “Si he visto más lejos es por estar de pie sobre los hombros de gigantes”. Esta metáfora se atribuye a Bernardo de Chartres, quien vivió en el siglo XII, y podemos interpretar su significado como “descubrir una verdad a partir de descubrimientos previos”, lo cual es cierto en el camino que ha transitado la ciencia.
Las leyes que explican la inercia, la dinámica y el principio de acción y reacción enunciadas por Newton, conforman los tres principios fundamentales que nos permitieron comprender de manera lógico-matemática las fuerzas físicas y sus consecuencias en el movimiento de los cuerpos. Dichas leyes estructuran el edificio de la mecánica clásica, y fueron publicadas en 1687 en su obra monumental “Principios matemáticos de la filosofía natural”. Pero esta historia comenzó hace más de dos mil años, aproximadamente en el año 280 A.C. Un astrónomo y matemático griego llamado Aristarco, nacido en la isla de Samos, huésped de la famosa Biblioteca de Alejandría, fue el primer filósofo o persona que se tiene noticia que haya propuesto el modelo heliocéntrico del Sistema Solar, o sea, colocó al Sol en el centro del universo conocido en esa época, deducción a la que llegó después de calcular la distancia y el tamaño del Sol. Tendrían que pasar más de 1750 años para que las olvidadas hipótesis de Aristarco volvieran al escenario científico: un clérigo polaco, con afición por la astronomía y las matemáticas, tras veinticinco años de estudio y análisis propuso nuevamente mover la Tierra del centro y colocar en su lugar al Sol, teniendo de nueva cuenta presencia la teoría heliocéntrica del sistema solar. Cuentan sus biógrafos que Nicolás Copérnico, en su lecho de muerte, vio su trabajo publicado bajo el título Sobre las revoluciones de los orbes celestes; esto ocurría en el año de 1543. Galileo Galilei con su mente curiosa se percató de que esta hipótesis mostraba de una manera más acertada lo observado en el movimiento de los objetos celestes, ya que precisamente Galileo en 1609 apuntó su pequeño telescopio, con ligeras mejoras respecto del traído de los Países Bajos, invención atribuida a Hans Lippershey, lo que le permitió desarrollar su teoría acerca del movimiento. Johannes Kepler, al enterarse de las observaciones de Galileo, le escribió solicitándole le enviara uno de sus instrumentos para probarlo él, a lo que el nacido en Pisa nunca le contestó. Las anotaciones hechas durante un largo período de la vida de Tycho Brahe, el gran astrónomo observacional que llevó uno de los registros más meticulosos hasta esas fechas, permitieron a la mente matemática de Kepler formular sus leyes del movimiento planetario.
El camino que se ha recorrido a través de diversas mentes y el esfuerzo intelectual que esto representa han sido largos para poder llegar a tener una comprensión más acertada acerca del movimiento; esto nos permite disfrutar con conocimiento de causa fenómenos como el próximo eclipse total de Sol, que sabemos con toda precisión ocurrirá el día 8 de abril de este año 2024, ya que los astros continúan su marcha a través del espacio siguiendo las leyes que rigen el universo.