Gil considera que no hay noticia más importante en estos días que el atentado contra el escritor Salman Rushdie en Nueva York. New York Review of Books difundió un texto de Rushdie que la revista publicó en marzo de 1989, cuando un grupo de fanáticos quemó en una hoguera pública su libro Los versos satánicos. El texto lleva por título “La quema de libros”. Gil pone en esta página del fondo algunos fragmentos, siempre en colaboración con Raudel Ávila, y ofrece la liga para la lectura del artículo completo: https://www.nybooks.com/articles/1989/03/02/the-book-burning/.
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La religión que Mahoma estableció difiere del cristianismo en varios aspectos importantes: al Profeta no se le otorga estatus divino, pero al texto sí. Vale la pena señalar, también, que el Islam no requiere un acto colectivo de adoración ni una casta intercesora de sacerdotes. Los fieles se comunican directamente con su Dios.
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Hoy en día, sin embargo, una poderosa tribu de clérigos se ha apoderado del Islam. Estos son la Policía contemporánea del pensamiento. Han convertido a Mahoma en un ser perfecto, su vida en una vida perfecta, su revelación en el evento claro e inequívoco que originalmente no fue. Se han erigido poderosos tabúes. No se puede hablar de Mahoma como si fuera humano, con virtudes y debilidades humanas. Uno no puede discutir el crecimiento del Islam como un fenómeno histórico, como una ideología nacida fuera de su tiempo. Estos son los tabúes que han transgredido Los versos satánicos (estos y uno más, también traté de escribir sobre el lugar de la mujer en la sociedad islámica y en el Corán). Es por esta violación del tabú que la novela ha sido anatematizada, fulminada e incendiada.
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Incluso el título de la novela, Los versos satánicos, ha sido calificado como blasfemo; pero la frase no es mía. Proviene de al-Tabari, una de las fuentes islámicas canónicas.
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Los fanáticos también me atacan con una falsa analogía, comparando mi libro con la pornografía y exigiendo la prohibición de ambos. Muchos portavoces islámicos han comparado mi trabajo con el antisemitismo. Pero la disidencia intelectual no es ni pornográfica ni racista. He tratado de dar una visión secular y humanista del nacimiento de una gran religión mundial. La justificación es que he “ofendido”. Pero ofender no puede ser motivo de censura, o la libertad de expresión perecería instantáneamente. Y muchos de nosotros a quienes nos indignaron las llamas de Bradford que consumían las páginas de Los versos satánicos sentiremos que la ofensa hecha a nuestros principios es por lo menos tan grande como cualquier ofensa causada a aquellos que quemaron mi libro.
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El mundo musulmán está lleno de censores en estos días, y muchos de sus más grandes escritores han sido forzados al silencio, al exilio o la sumisión.
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Los versos satánicos no es, en mi opinión, una novela antirreligiosa. Sin embargo, es un intento de escribir sobre la migración, sus tensiones y transformaciones, desde el punto de vista de los inmigrantes del subcontinente indio a Gran Bretaña. Esta es, para mí, la ironía más triste de todas; que después de trabajar durante cinco años para dar voz y cuerpo ficticio a la cultura inmigrante de la que yo mismo soy miembro, deba ver mi libro quemado, en gran parte sin haber sido leído, por las personas sobre las que trata, personas que podrían encontrar algún placer y mucho reconocimiento en sus páginas. Traté de escribir contra los estereotipos; las protestas de los fanáticos sirven para confirmar, en la mente occidental, todos los peores estereotipos del mundo musulmán.
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Qué frágil es la civilización; ¡qué fácil y qué alegremente arde un libro! Dentro de mi novela, los personajes buscan hacerse plenamente humanos al enfrentarse a los grandes hechos del amor, la muerte y (con o sin Dios) la vida del alma. Fuera de él, las fuerzas de la inhumanidad están en marcha. “Hoy se están trazando líneas de batalla en la India”, comenta uno de mis personajes. “Secular versus religioso, la luz versus la oscuridad. Es mejor que elijas de qué lado estás”. Ahora que la batalla se ha extendido a Gran Bretaña, solo puedo esperar que no se pierda por default. Es hora de que elijamos.
Gil s’en va
Gil Gamés
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