Atrapados por la desigualdad

  • Economía empática
  • Héctor Farina Ojeda

Guadalajara /

Una de las trampas que frenan el desarrollo de los países latinoamericanos es la elevada desigualdad que junto con la incapacidad para lograr crecimiento importante, la baja movilidad social y los problemas de capacidad institucional y gobernanza constituyen una crisis para el desarrollo, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). La desigualdad de ingresos, el escaso crecimiento económico, la insuficiencia en la calidad de la educación y la tecnología para el mercado del trabajo, la desigualdad de género y la discriminación son factores que no solo favorecen una mayor desigualdad sino que limitan la movilidad social, es decir, la posibilidad real de salir de la pobreza y llegar a niveles más altos de ingresos y oportunidades.

No es una novedad que América Latina esté atrapada entre la pobreza, la desigualdad y las malas decisiones con respecto a educación, ciencia y tecnología. Y la desigualdad no sólo se nota en cuestiones de riqueza e ingresos sino en la división del mundo entre aquellos que cuentan con recursos para financiar su acceso a mejores sistemas educativos, mejor atención sanitaria y, en general, a una mejor calidad de vida, por un lado, y los que no pueden pagar. Hay más de 201 millones de personas en condición de pobreza, en tanto más de 80 millones se encuentran en pobreza extrema, es decir que no pueden cubrir ni siquiera los costos de una alimentación básica.

Cuando vemos los indicadores escandalosos de pobreza y desigualdad en el contexto de un subcontinente lleno de potenciales de crecimiento y desarrollo, ya no basta con preguntarnos qué hemos hecho mal sino qué falta para que se tome la decisión de hacer las cosas bien y comenzar a revertir los males sociales que tanto nos aquejan. Mientras la economía del conocimiento dice que los empleos del futuro apuntan hacia la inteligencia artificial, la digitalización, la ciencia de datos y las tecnologías aplicadas al cuidado del medio ambiente, en América Latina seguimos con graves problemas en el aprendizaje de las matemáticas, en lectura comprensiva y en ciencias. Cada vez que vemos los resultados de la Prueba Pisa debemos comprender que nos miramos en el espejo del atraso.

En este sentido, una reflexión provocadora del pensador colombiano Bernardo Toro es que una manera de disminuir la desigualdad es mediante la recuperación de lo público como sinónimo de calidad para todos. Y específicamente hay que recuperar la calidad de la escuela pública: desde ahí no sólo se educa y se generan oportunidades para que las personas tengan un mejor futuro, sino que se articulan los mundos y se minimiza la brecha económica. Cuando la educación pública funciona bien, los resultados pueden verse en la economía, en la disminución de la pobreza y la desigualdad. En cambio, cuando funciona mal los que más lo padecen son los que viven en la pobreza, los que pierden oportunidades, y todo resulta en más desigualdad. Mejorar lo público no sólo es una cuestión populista sino estratégica. Para todos.


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