Mientras el crecimiento económico en América Latina se sigue desacelerado y anuncia resultados modestos para este año y el siguiente, los precios se mantienen elevados en un contexto en el que la pobreza afecta a buena parte de la población. Para las urgencias económicas y sociales que tenemos en la región no es una buena noticia saber que el ritmo de generación de riqueza y de las actividades productivas camina y caminará lento en los siguientes años. Y eso sin contar con la incertidumbre cotidiana que siempre se reinventa y que parece que asusta a los gobiernos que no son capaces de planificar en el mediano y largo plazo.
Las economías se están frenando justo en el momento en el que se dan cambios acelerados. Uno de cada tres empleos en América Latina está expuesto a ser trasformado por la Inteligencia Artificial, mientras que entre el dos y el cinco por ciento de los puestos de trabajo pueden ser remplazados totalmente por la automatización, de acuerdo a un reporte del Banco Mundial y la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Por la tecnología, la digitalización y la inteligencia artificial los empleos se están transformando con mucha rapidez, lo cual se convierte en una exigencia para los trabajadores: deben aprender rápido y ajustarse a las nuevas formas de trabajo o corren el riesgo de quedar relegados o desempleados.
La aparente contradicción de tiempos, entre la lentitud de nuestras economías y la aceleración frente a un mundo en transformación, parece más bien una marca de la casa. Mientras el mundo corre hacia la economía del conocimiento, la digitalización, la innovación con inteligencias artificiales y los trabajos del futuro, en América Latina sigue el rezago educativo, la insuficiente inversión en educación y el irrisorio presupuesto para la investigación, la ciencia y la tecnología. Se invierte poco en el futuro y se sufre mucho por el pasado.
Cuando los estudios de los organismos nacionales e internacionales tratan de comprender por qué los países latinoamericanos siguen atrapados en la pobreza, la renta media, la baja productividad o la amenazante desigualdad, siempre ponen el ojo en la insuficiente inversión en educación, en ciencia, en infraestructura y, en general, en una mala administración de recursos que termina divorciando a los países de presentes y futuros con mejores resultados para la gente.
Ahora que Donald Trump volverá a ser presidente de Estados Unidos y que la economía de China está perdiendo dinamismo, la única certeza que hay es que la incertidumbre permanecerá. Y ante la incertidumbre, el reto es dejar de lado las postergaciones y hacer las inversiones hacia donde corresponde: la educación de calidad, la ciencia, la investigación, la innovación y la creatividad. No es que no se invierte porque se crece poco, sino que apenas se crece porque no se invierte lo suficiente en donde se debe. Es tiempo de hacer algo diferente a sólo depender de la incertidumbre. Es tiempo de invertir en lo que construye futuro: el conocimiento de la gente.