Siete de cada diez jóvenes latinoamericanos trabajarán en el sector de servicios en el año 2030, lo que representa un distanciamiento de los empleos tradicionales en los sectores agrícolas y manufactureros, de acuerdo a un estudio realizado por la organización Ayuda en Acción y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). El Estudio prospectivo del empleo juvenil en América Latina dice que los cambios en el sector de empleos se notarán en el corto plazo debido a que las ocupaciones tradicionales en la agricultura y la manufactura se están reduciendo al mismo tiempo que los puestos vinculados a los servicios se están expandiendo en forma acelerada.
Esta es una tendencia que se viene acentuando desde hace años y que se ha acelerado con los procesos de digitalización y el auge de las inteligencias artificiales en el contexto de la economía del conocimiento. La generación de la riqueza se mueve hacia los servicios y, por lo tanto, también los empleos, las oportunidades y las demandas de saberes, competencias y habilidades especializadas. Los estudios sobre el futuro del trabajo apuntan hacia especialistas en digitalización, ciencia de datos, inteligencia artificial, energías renovables, robotización, tecnología aplicada a resolver problemas ambientales, entre otros.
Si contrastamos la migración del empleo juvenil hacia los servicios con los resultados que tenemos en materia educativa en América Latina, el desafío que se presenta es muy grande: hay un rezago escolar importante y la mayoría de los estudiantes se encuentran por debajo de las competencias básicas necesarias en matemáticas y lectura. Los resultados de la Prueba Pisa difundidos en diciembre de 2023 dicen que el 75 por ciento de los jóvenes latinoamericanos está por debajo de los niveles básicos en matemáticas, en tanto el 55 por ciento está debajo del nivel en cuanto a lectura.
Ante el panorama de los empleos en el sector de servicios y la demanda de nuevos conocimientos y habilidades, el reto que enfrenta la juventud latinoamericana va más allá de una cuestión laboral. Estamos ante la necesidad de mejorar la educación y adecuar los procesos de formación profesional a los nuevos tiempos. No sólo se trata de superar los problemas de lectura y matemáticas, sino de formar en el pensamiento crítico, en las habilidades blandas, en ciencia y en tecnología, y fundamentalmente en la capacidad de aprender a aprender en todo momento.
Los países latinoamericanos tienen una inversión insuficiente en educación, en ciencia y tecnología. Y a ello hay que sumarle el uso deficiente de recursos. Por eso enfrentamos la encrucijada de aspirar a empleos que demandan una educación de calidad de la que se carece. El reto no es solo para los jóvenes sino para todos: invertir más en la gente, en el conocimiento, en la formación profesional y en la investigación como una forma de no vivir la ironía de estar siempre rezagados frente al futuro.