La juventud y su renovado reto laboral

  • Economía empática
  • Héctor Farina Ojeda

Jalisco /

Hace diez años publiqué una columna en este mismo espacio en la cual daba cuenta de que la juventud mexicana representaba una de las grandes oportunidades para renovar la economía y dar el salto hacia el futuro, aunque el escenario en el que los jóvenes tendrían que desarrollarse no tenía los mejores números: dos de cada diez jóvenes mexicanos de entre 15 y 29 años no estudiaban ni trabajaban, en tanto seis de cada diez que sí tenían empleo se encontraban en la informalidad. El trabajo formal era insuficiente y eso hacía que los jóvenes que el mercado informal sea el destino de la mayoría de los que se incorporaban al mundo del trabajo.

Una década después se ha removido el escenario y la economía ha acelerado su transformación digital pero algunos datos parecen congelados en medio de la vorágine. De acuerdo a los datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el 20 por ciento de los jóvenes a nivel mundial no tienen trabajo ni empleo; la cifra es similar para México: dos de cada diez se encuentran en la misma situación. Si bien el desempleo juvenil ha disminuido a nivel mundial, en América Latina esta realidad sigue disimulada por la informalidad y la mala calidad de los puestos de trabajo. Es decir, para las estadísticas hay trabajo pero para la vida cotidiana esto se traduce en bajos salarios, precariedad e incertidumbre.

El problema de la insuficiencia de empleos de calidad es generalizado pero en las economías de América Latina tienen el agravante de la necesidad social de millones de personas que viven en condiciones de pobreza y que requieren de buenos ingresos para mejorar su condición. La precariedad en el mercado del trabajo se ha ido agudizando en las últimas décadas y cada vez resulta más complicado conseguir un puesto estable, que pague bien y que cumpla con uno de los objetivos del trabajo: dar la posibilidad de que los trabajadores vivan con dignidad y sin precariedades.

En este contexto, el reto que enfrentan los jóvenes frente al mercado laboral se ha vuelto más complejo: ya no sólo se trata de conseguir oportunidades de empleo y crecimiento sino que las necesidades de formación profesional especializada son mayores. Luego de la pandemia, la digitalización de la economía y la masificación del uso de las inteligencias artificiales han hecho que los saberes, las competencias y habilidades del futuro ahora sean las del presente. Los empleos del presente-futuro requieren especialistas en inteligencia artificial, ciencia de datos, digitalización, ciberseguridad, robótica, energías renovables y tecnología aplicada a la solución de problemas ambientales.

Ser joven en estos tiempos implica el reto de enfrentarse a mercados precarios que limitan el crecimiento profesional aunque, irónicamente, demandan una gran cantidad de nuevos saberes y habilidades. El gran reto de los jóvenes no es sólo acceder a trabajos del futuro sino hacer que estos no sean igual de precarios que los del presente.


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