América Latina se encuentra en una “trampa de bajo crecimiento económico”, de insuficiente generación de empleo formal y de un creciente número de trabajadores que se ubican en la informalidad, de acuerdo a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Este organismo ve con preocupación que los motores económicos nuevamente se están desacelerando y que este año el crecimiento será de apenas 1.8 por ciento. Y esto preocupa más a la luz de lo que ocurrió en la última década: entre 2015 y 2024 el avance promedio del Producto Interno Bruto (PIB) fue de apenas 0.9 por ciento en la región.
Una de las grandes preocupaciones derivadas de esta insuficiencia en la capacidad de hacer crecer la economía es que se afecta directamente la calidad del empleo. No sólo se trata de que no se generan suficientes puestos de trabajo sino que aquellos que aparecen lo hacen en condiciones precarias, con salarios bajos, con una incierta estabilidad o, directamente, los puestos nacen en la informalidad, sin seguro, sin prestaciones y sin la certeza de que se puedan generar ingresos que alcancen para cubrir los costos de vida. Y además, están los empleos de hoy que se han venido empobrecimiento desde hace décadas.
Aproximadamente la mitad de los puestos laborales latinoamericanos son informales. En países como Bolivia la cifra llega hasta el 80 por ciento. Nuestras economías latinoamericanas no sólo enfrentan el problema de crecimiento escaso sino que no han sabido cómo disminuir la informalidad laboral y eso afecta directamente a los trabajadores porque no les permite acceder a puestos de calidad que garanticen mejores condiciones para, a su vez, mejorar la condición de vida de ellos y sus familias.
Hay más de 200 millones de personas viviendo en la pobreza en América Latina y el mercado laboral no es la mejor ayuda para salir de esa condición. El elevador social se encuentra descompuesto, por lo que hay trabajadores muy buenos, que trabajan muchas horas, toda la vida, y pese a ello no consiguen ascender en su nivel socioeconómico. Sobran los ejemplos: México es el país que más hora dedica al trabajo dentro de los países que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE): más de 2 mil 300 horas al año, pero ganan la décima parte del salario de un alemán que trabaja mil 300 horas por año.
Algo que debemos planificar con urgencia es cómo recuperar la calidad del trabajo pese a las trampas de la economía, del escaso crecimiento o de la dependencia. Si los empleos se siguen haciendo precarios, el resultado será más pobreza, más desigualdad y una menor posibilidad real de mejorar la condición socioeconómica. La gente depende más de los ingresos de su trabajo que de los grandes indicadores. Es cierto que hay romper la trampa del crecimiento y reinventar los motores, pero lo más importante es la gente. Y para la gente un buen trabajo, seguro y bien pagado, es algo demasiado importante.