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La importancia de llamarse Ernesto

Ciudad de México /

Como casi todo México lo conocí cuando saltó a la fama televisiva con Quinceañera. Su personaje de Pancho, el bondadoso novio de la protagonista, lo colocó en los cuernos de la luna, por lo que siguieron carretadas de telenovelas con las que su imagen se fue consolidando más y más cada vez.

En televisión triunfó y sigue triunfando como protagonista de múltiples telenovelas, programas unitarios y como conductor.

Sin embargo, a diferencia de otros actores que se instalan cómodamente en la fama que les otorga la llamada pantalla casera, él no se conformó y siguió explorando otros medios que retaran su desempeño histriónico.

Había tenido ya un acercamiento al cine ni más ni menos que bajo la dirección de David Lynch en la mítica cinta Dunas y en ese medio ha logrado actuaciones memorables en cintas como Principio y fin, Novia que te vea, De noche vienes Esmeralda...

La mejor muestra de su interés por crecer actoralmente que la sólida y versátil carrera que ha forjado en teatro.

Uno de sus primeros trabajos en este medio fue ni más ni menos que al lado de don Manolo Fábregas en Violinista en el tejado, musical en el que dio vida al personaje del ruso Fyedka.

Para aprovechar la ola de popularidad que le dio Quinceañera llegó al teatro con Las mariposas son libres, en la que dio vida a un personaje invidente y que protagonizó al lado de Nailea Norvind.

A ese montaje siguieron La desconfianza, bajo la dirección del maestro Héctor Mendoza; Santísima, Perfume de cariño, Huérfanos, El tiempo vuela, Dos curas de locura… en las que se transformó en monje, torero, adolescente, viudo, sacerdote, hijo delincuente...

Hoy regresa al teatro en una obra en la que brilla como el primerísimo actor en el que se ha convertido.

La puesta en escena es Conversando con el diablo y él es Ernesto Laguardia, quien añade un personaje más a su larga lista y ahora da vida precisamente al diablo.

Se trata de una obra escrita por Mauricio Pichardo, a partir de la novela del mismo título de Esteban Mora.

La trama es aparentemente sencilla: un hombre está a punto de suicidarse y se le aparece el diablo, quien le presenta un panorama evidentemente negro.

Sin embargo, contra lo que pudiera pensarse no se trata de una obra de terror, sino una comedia, que como bien se sabe, es el género más adecuado para tratar los temas más profundos, más serios, Es el género que permite, que posibilita, que invita al público a pensar, a reflexionar, a verse más crudamente en el escenario.

Ernesto hace una verdadera creación de este diablo, cínico, agresivo, violento, iracundo. Pasa con gran facilidad de la maldad diabólica a la desfachatez, y de ahí a la comedia y a la crítica mordaz.

Ernesto comparte el escenario con Rafael Perrín, quien además es el director de escena. Juntos crean una dinámica que hace pasar vertiginosamente las casi dos horas que se prolonga la función.

Por compromisos laborales, Laguardia estará en la obra sólo hasta este martes 4 de marzo; pero ya se anunció que en cuanto su agenda se lo permita volverá a la puesta en escena que, con su presencia, ha agotado todas las funciones.

Hace cerca de cuatro décadas lo vi por primera vez en un escenario, he tenido el gusto de poder disfrutar de todos sus trabajos teatrales, y es un gusto constatar el primerísimo actor en que se ha convertido.

Aquel joven que bailaba y cantaba en el teatro San Rafael (que parece tener pacto con el diablo, pues parece que los años no pasan por él) hoy brilla enormemente en el teatro Enrique Lizalde, ubicado en Héroes del 47, casi esquina con División del Norte, en Coyoacán.

Conversando con el diablo se presenta en dos últimas funciones (por ahora) lunes 3 y martes 4 de marzo a las 20:30 horas.


  • Hugo Hernández
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