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Ciudad de México /
Asesinos seriales en México, una mirada a su psique criminal

Desarma y resume varios casos alrededor de asesinos seriales. Lo hace en un libro que le llevó varios meses en escribir. El reportero Filiberto Cruz Monroy sabe de lo que habla, pues trabajó temas policiacos durante años.

En un principio era chacaleado, como se dice en el argot reporteril, cuando a un reportero le “ganan la nota”; pero llegaría el momento esperado: escribió la historia del Caníbal de la Guerrero.

De esa forma se sacudía un fantasma que lo había perseguido desde que al novel reportero le habían asignado la fuente policiaca, por lo que sufría para obtener información exclusiva que solo veía en otros diarios.

Y es que no estaba en un sector fácil de roer, el policiaco, que para algunos reporteros es una prueba de fuego; después, si bien les va, empezarán a conectarse con funcionarios y policías que surtirán de historias.

El libro Asesinos seriales en México, una mirada a su psique criminal, publicado por la editorial HarperCollins, está dividido en 21 capítulos, donde Cruz Monroy disecciona, narra y analiza la esencia de cada caso, que cubren de los años 80 a la fecha.

Primero le ofrecieron hacer un compendio sobre asesinos seriales mexicanos; le pareció una gran idea, pues consideró que la información al respecto está muy dispersa y mal documentada; incluso, en algunos casos atribuyen visiones mitológicas, una señal de que distorsionan los hechos.

Y, sobre todo, mientras más viejo se hace el tema, es aún peor, según opinión de Monroy, quien recuerda de cómo hace años la policía integraba lo que llamaban Averiguación previa —“a madrazos, seguramente”—, ahora denominada Carpeta de investigación.

El otro tema es que siempre se daba como válida la interpretación de una sola fuente policiaca, que era la del comandante. “Esa era la ley”, reflexiona, de modo que “sí había un hueco que llenar”.

Y aceptó el reto.

Sorprende a Fili, como le llaman sus amigos, que la mayoría de las víctimas sean mujeres, en lo que coincide con el autor del prólogo, el abogado penalista Rodolfo Félix Cárdenas, ex procurador del entonces DF, además de que los casos no fueron resueltos por investigaciones, sino por pitazos.

Pero comencemos.

***

La investigación está basada en fuentes bibliográficas y policiacas, entrevista con peritos, fiscales, reporteros, etcétera, y, en ese transcurso, Filiberto Cruz Monroy advierte que existen patrones con los que se puede identificar a los asesinos seriales, pero también hay versiones engañosas.

Una característica en la mayoría de los asesinos seriales, por ejemplo, es que sufrieron algún tipo de abuso cuando eran niños; otros, sin esas tipologías, pero con una infancia miserable, al ver que no pasa nada, viven en la impunidad y así continúan con su carrera criminal.

—¿Y se siguen?

—Sí, y además se van perfeccionando, porque cuando uno realiza cualquier actividad, primero es con mucha cautela, con miedo; aprendes y lo haces cada día mejor. Lo mismo ocurre con ellos, porque se lo permitimos. Primero detectan al grupo vulnerable que atacarán y después del homicidio, al ver que no pasa nada, se siguen, son impunes, van evolucionando.

También descubrió que alrededor de ciertos asesinos seriales se forma una especie de mitología, un misticismo, porque estamos acostumbrados a ver películas como El silencio de los inocentes, donde describen a un Hannibal Lecter como una eminencia.

Al menos los asesinos seriales mexicanos, comenta Filiberto Cruz, no son unos genios, más bien tienen un trastorno y eso detona su conducta homicida; son personas a las que se les permitió cometer un delito y lo siguen haciendo.

“La verdad es que yo no veo ninguna genialidad en ninguno de ellos”, explica. “Eso también lo fui descubriendo…Hay algunos personajes más interesantes que otros, con patrones más refinados; pero de ahí a ser genio, no creo que vaya por ahí”.

Otro aspecto significativo es que, como cualquier otro delito, las mujeres son las principales víctimas en el noventa y tantos por ciento de los casos de asesinos seriales, concluye Cruz. Incluso cuando la asesina es una mujer, como el caso de Juana Barraza Samperio.

Una experiencia que no olvida es que cuando llegó al sector policiaco, “una fuente muy dura”, donde incluso recibió burlas de otros colegas, no pescaba nada que valiera la pena.

Y fue entonces que en una ocasión a la sala de prensa llegó un runrún. Se trataba de un caso que sería muy sonado: el Caníbal de la Guerrero. Ese día, los reporteros enviaron notas escuetas a sus medios.

—¿Qué sucedió?

—Al día siguiente tuve la fortuna de que me pasaran buena información, y entonces pude reconstruir en palabras cómo era la morada de este sujeto y qué encontraron los policías; una descripción muy gráfica de lo que había. Y fue mi primera nota buena. Se la gané a los demás y eso me dio una satisfacción tremenda, porque era la primera vez que te felicitan. Y de allí fue como empecé a encarrilarme. Fue un caso muy triste, pero con el que aprendí mucho y tuve la oportunidad de destacar.

***

Un caso más, recuerda Cruz Monroy, fue el Carnicero de Atizapán. “Es el claro ejemplo de impunidad y de que las autoridades solo trabajan cuando hay un tema de consigna, es decir, cuando se los ordenan de arriba, o cuando hay mucha presión social, porque este sujeto asesinó mujeres durante 30 años en la zona conurbada del Estado de México”.

La voz de Monroy es de indignación, y remarca sus palabras cuando se refiere a que ningún asesino ha sido aprehendido como resultado de una investigación policial.

“Todos son detenidos por lo que es la mentada chiripa; o ya sea porque la familia empezó a presionar o porque la familia investigó, o por una cuestión completamente incidental”, comenta el reportero, quien hace un repaso de su investigación a través de WhatsApp, pues ahora vive en Mérida, Yucatán.

—¿Qué más descubriste?

—Hay unas lagunas gigantescas en los casos de asesinos seriales; unas notas que están voladísimas, voladísimas —inventadas—, que de verdad dices: caramba, mano, ¿qué no hay un editor que revise esto? Y eso dificulta mucho el trabajo, muchísimo, pues tampoco te puedes fiar de la carpeta de investigación, porque también sabemos cómo las integran.

Y si hoy las integran mal, añade, en referencia a las carpetas, pues solo es cosa de imaginar cómo era en los años 80 con las averiguaciones previas.

Son algunos aspectos que le llamaron la atención en la confección de este libro. Filiberto Cruz Monroy admite y pide:

“El libro —agrega Cruz — no es una casa terminada, es una casa en construcción; estoy consciente que como reporteros hay cosas que se nos van; entonces, estoy invitando a toda la gente que a lo mejor tuvo una relación cercana con algunas de estas personas, pues que se contacte conmigo, para contar esta verdad y que cada día sea más cercana a la realidad”.

En las Conclusiones, capítulo final del libro, el autor inicia con las siguientes líneas: “Al final de todo, siempre se trata de amor. ¿Cuánto recibimos o cuánto nos dejaron de dar durante nuestra vida?”

Humberto Ríos Navarrete
  • Humberto Ríos Navarrete
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