Todo empieza en la esquina de los Ejes 1 Norte y 1 Oriente, colonia Morelos, un agitado rincón donde varios personajes del rumbo echaron raíces y cuyos frutos cosechó Belem Maytorena, maestra en el Taller de Serigrafía, quien desde niña quiso imitar al virtuoso Daniel Manrique y como adulta guiar a niños y jóvenes del barrio por los caminos del arte.
Pero empecemos sobre el recuerdo de algunos protagonistas que esparcieron su saber, como Luis Arévalo, quien mostró su amor y preocupación por el barrio a través de su labor de ingenioso zapatero, junto al pintor Manrique, ambos ya fallecidos, que dejaron su ejemplo como activistas que promovían la artesanía y las artes plásticas.
Una de sus herederas es Maytorena, una incansable promotora cultural, siempre de buen humor, quien usa el simbólico rincón para que niños y jóvenes no tuerzan el camino y crezcan como hombres y mujeres de bien. En su andar fundó el colectivo Tepito Nueva Tenochtitlán, conocido como TNT, desde el que irradia conocimiento.
Belem Maytorena, con una edad que anda en los “casi cuarenta y tres”, nació y creció en la calle Libertad, una de las más emblemáticas del barrio; de la que salía a observar los murales de Daniel Manrique, quien le inspiró a ser lo que es: “Primero que nada, licenciada en Artes Plásticas y Visuales, promotora del barrio de Tepito y tallerista”.
—Entonces tú trasladas el arte a Tepito...
—Pues me voy más atrás. Una vez me preguntaron que cómo había llegado al arte y les dije: el arte llegó a mi vida desde que tenía cuatro años, cuando mi mamá me llevaba a su trabajo, que está en la calle de Peñón, donde hay un mural de Daniel Manrique, que pintó al abuelo Luis; entonces yo, muy chiquilla, veía los trazos, todo, y siempre andaba dibujando.
—Y así nace tu vocación.
—Sí, y Tepito me dio lo que soy yo, ¿no?, y ya después dije: “Hay que regresarle al barrio lo que el barrio me dio”. Recuerdo que cuando salí de la escuela hice una instalación con una tele de los 80 en un puesto de Tepito y le puse audios y todo, que en la academia le dirían arte sonoro, pero yo le digo arte sonidero… del barrio, ja, ja, ja.
—Entonces introduces a las artes al barrio.
—Exacto, y luego es bien interesante porque justo vengo del barrio y aquí, en la escuela, todo es académico. Entonces en mi tesis, para poder meter cámara, chido, chale y todas esas palabras, cité a Armando Ramírez como referencia.
—Y ya como adulta se hizo realidad.
—Yo ando en la onda de recuperación de oficios, igual que lo hacía don Luis Arévalo, El abuelo del barrio y fundador de este espacio, Foro Cultural Martes de Arte, donde está La Güera, El Catos, La Magos, y vienen niños a tomar los talleres. Yo doy de estampa y serigrafía, pero también hacemos esténcil, piñatas, lo que me piden ellos, y muchas veces nos vamos a jugar futbol.
—Y de aquí te vas al Centro Nacional de las Artes.
—Sí, de aquí me voy para La Esmeralda, allá en el Cenart, porque se ha hecho un vínculo muy padre con los alumnes de allá y con los de aquí de Tepito, con los niños y las niñas, se han venido, les he enseñado a hacer papalotes, imprimimos serigrafía sobre cerámica…
Es el momento en que llegan dos señoras y le muestran playeras con la imagen de la Virgen de Guadalupe en serigrafía, producto de los talleres que Maytorena imparte en esta esquina, donde ahora mismo aprovecha para que le corte el cabello una de las tres estilistas que se colocan en este espacio.
Un personaje que también se acicala en este lugar es Miguel Lucero Hernández, de la colonia Pensador Mexicano, quien viene con una de las peluqueras; Lucero, además es árbitro de futbol, trabaja como extra de cine, bailarín “y también hago un poco de todo”.
Lucero, alias El Pollo, frisa los 75 años; de piel lechosa y dicharachero, luce vistosas cadenas que le llegan al tórax y anillos en los dedos de ambas manos; de su dentadura sobresale un canino que reluce cada vez que sonríe.
—¿Puro oro?
—Puro loro, ja, ja,ja…Ya parece que voy a andar por aquí con oro; no, aquí los amigos de lo ajeno conocen más que un joyero.
Y se va como todo un Pedro Navajas.
Y atrás dejamos Tepito y llegamos al Cenart, con el que Tepito tiene una conexión a través de Maytorena, e ingresamos a un salón de la Esmeralda, donde imparte clases. Ella entrelaza las manos y las pone frente a sus ojos, que es, asegura, Sckrot, su nombre de grafitera.
—Creí que era tu apellido.
—Ja, ja, ja, ja, no; significa: estamos cambiando y rayando.
En esta aula hay varios alumnos que trabajan en bastidores de serigrafía. Maytorena platica con ellos y los orienta.
—Aquí das clases.
—Sí, es el Taller 25; le pusimos El punto, ja,ja,ja, porque es el punto, donde están los solventes para hacer la serigrafía, el punto como esta onda de jugar con las palabras del barrio. Entonces este es el taller 25, donde tenemos mucha conexión con El Forito de Tepito.
Es la polifacética Belem Maytorena, egresada y maestra de aquí, La Esmeralda, quien comparte sus conocimientos allá, en medio del abigarrado comercio y el bullicio donde también rescata oficios que durante años distinguieron a Tepito, su barrio, cuyo ambiente se le impregnó desde que era niña, cuando salía de su domicilio en la calle de Libertad.