Hace poco recordé La urna (1911), libro de Enrique Banchs (Buenos Aires, 1888-Ídem, 1968), poeta y periodista argentino de no gran fama fuera de su patria, y quizá ni allá.
Fue armado sobre todo con sonetos, y al releer algunos al azar volví a toparme con uno que siempre me ha gustado porque en él se encierra, sospecho, un tema de interés principalmente para quienes trajinan con el conocimiento.
Es, como sus compañeros hospedados en el mismo libro, un poema tristón, pero con una no tan sutil diferencia.
Allí Banchs pareció arrancar en la primera estrofa y una parte de la segunda con algo aproximado, así sea de manera remota, con la felicidad, con el orgullo intelectual o la seguridad que da el conocimiento apoyado en la lectura ávida.
Dice: “Cargado tengo de riqueza sorda / el cerebro confuso y populoso, / que de conocimiento se desborda, / inconsciente en su impulso generoso. // La multitud de libros son el parque / fastuoso y misterioso que fatiga / mi ansia de conocer…”.
Hasta aquí, aunque “confuso y populoso”, el poeta entiende que su cabeza está muy bien amueblada.
Encuentra para la biblioteca un correlato que reafirma la sensación de alegría: es un espacio (un “parque”) donde deambula y halla fastuosidad y misterio para su “ansia de conocer”.
Lo malo viene luego, y lo que expone no ha dejado de ser parte del debate filosófico que piensa en el hombre como ser racional-emocional, donde unos pensadores cargan la tinta en un lado y otros en otro. Versifica Banchs:
“Ciencia que no me vale para nada / pues no se cambia en pan ni en buen consejo / ni en la amistosa plática retrato”.
El poeta parece resbalar hacia la desilusión; al final, en la interacción humana, de poco sirve cargar conocimientos si no se tiene vida sensible, si se ignora la emoción del prójimo o cómo aproximarse a ella en caso de que el deseo interior esté presente:
“Aún no sé comprender una mirada, / ni sé si la altivez de que me quejo / más que desdén es femenil recato”.
En resumen, se puede amasar una fortuna de saberes, pero pasar por la existencia sin aprender a descifrar rasgos que también hacen humano al humano, es perderse la otra mitad del desfile vital.
Esto parece enunciar entre versos, en apretado resumen, el soneto de Banchs.
@rutanortelaguna