Silvia Pinal nos dejó miríadas de historias a lo largo de su vida. Para mí es la protagonista de las alucinantes películas de Luis Buñuel, al que protegió de las buenas conciencias. Evocó su personaje de demonio que le lleva todas las tentaciones a Simón del desierto. Y a la sonriente y atribulada niña fifí que se enamora del mecánico Pedro Infante, mientras pensaba que todo era dificilísimo. Grandiosa.
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Cómo era de esperarse, la oposición, en vez de calmarse un poco después de la afable y productiva conversación que sostuvieron la presidenta Claudia Sheinbaum y Donald Trump, se transformaron, otra vez, en gremnlins. Un derroche de odio y rencor, de reproche y grosería, con cantidades industriales de desazón. Estaban terriblemente atribulados los opositores porque no habría una invasión gringa como ellos esperaban, y por la que habían rezado y tenían prácticamente presupuestada.
Es como si les hubieran metido a los derechairos un cohete en salva hacia la parte. Y por eso soltaron a sus bots, jéiters y trolls más demenciales para sacar a pasear sus más bajos y básicos instintos. Y no es que no fuera previsible, pero tal vez no le hubiera caído nada mal un poco de moderación a la Loca Academia de Miramones, aunque fuera tantita, resignación y calma, para organizar y replantear sus estrategias vanas.
Por supuesto, trataron de cambiar el discurso y la narrativa con el fin de establecer la muy reguetonera idea de que en realidad el triunfador había sido el Donald. Cero argumentaciones, ninguna expresión solidaria y mucho menos patriótico.
Más bien se concentraron en colmar de elogios al ministro Luis María Aguilar, el favorito de la ministra Piña, que había dejado su labor en la Tremenda corte. Bueno, hagan de cuenta que el distinguido personaje era un héroe venerable, un justiciero, un ser de luz y de color. Parece que se les olvidaron sus excesos, falta de criterio y defensa irrestricta de los plutócratas que no quieren pagar impuestos y pasarse de lanzas. Ya querían juntar una vaquita para hacerles una estatua ahí junto a los Niños héroes. No se rían.
Digo, está bien que muchos favores les hizo a los oligarcas y prianistas, pero tampoco tenían que exagerar. Junto a él, Benito Juárez no es nadie, Miguel Hidalgo y Costilla es un vagabundo y Vicente Guerrero era un robavacas. Por supuesto, aquellos que participaron en el ejercicio democrático en la búsqueda de ser jueces o magistrados, son una bola de arribistas y, por supuesto, acarreados.