Pensaba titular mi libro del año Jo, jo, jo… dido, pero un milagro navideño me aclara que en realidad el título del efímero volumen será Jo, jo, Jorge: mi nombre con toda su circunstancia y así el índice y contenido se mantiene intacto en sus once-meses-capítulos hasta el doceavo donde se narra el milagro antes mencionado.
Tedioso y lamentable prólogo donde consta ya para el olvido la ambición trepadora de un empleado (de caja y cajas) que se volvió el engreído malagradecido que volando a sus anchas fuerza la salida del librero que lo invitó a la bibliófila aventura de salvar a la más vieja librería de Madrid; luego los sorprendentes capítulos donde el mecenas anónimo decide jugar a traición y mentir al ofrecer liquidación o apoyo al verdadero librero y libretista… y en fin, el naufragio donde los capítulos urgen con prisa el cambio de país y giro absoluto de trama del personaje en lo que podría parecer derrota, los libros en trastero que es bodega, el cambio de piso y posición postal y la peripecia de despedir Madrid para volver a un México del que se había desanclado para desconcertarse ante los baches y banquetas, las mentiras y la mentalidad polarizada, las elecciones sin elección, la podredumbre popularizada y las ganas de llorar.
Hay un gran pasaje donde el mudado demudado es expulsado del hostal durante casi un mes para deambular a la deriva y volver al aposento a escondidas, habiendo probado la confirmación del desarraigo. Hay muchos párrafos afortunados de la bondad de algunas bondades o bondadosos, los mínimos ingresos, la fonda donde fían y un pequeño montón de ofrecimientos en vano.
Pasa entonces la novela a subrayar la inmensa gratitud por los arcángeles que alivian de veras: el manto incondicional de mi hermana y su energía de todos los días así como las pocas pero buenas oportunidades que permiten al ajeno volver a los talleres y a las palabras impresas, no sólo para dejar en el olvido el lamentable comienzo de la novela ’24, sino para esperar y agradecer de veras el adelanto del mucho mejor libro que será el ’25 con un milagro tan esperanzador y provechoso que no cabe en este párrafo donde sólo deseo felicitar a
todos los que ameritan sorpresas bajo las esferas del árbol que nos une, esfumadas ya las caras del Mal, la triste decepción que envuelve al desengaño bajo la blanca nieve de las almas buenas con la música de mis hijos y el amigo incondicional que no ha hecho más que abrazarme desde que llegué.