Amanece la cifra exacta: en los Estados Unidos de Norteamérica suman hasta el momento de escribir esta bilis 71,956,083 que han depositado su voto y empeño para el regreso de Donald J. Trump a la Casa Blanca en Washington, D.C. En la nueva versión reloaded del infinito imbécil intransigente hay que añadir que deambula como convicto culpable en más de tres docenas de juicios legales, que bogaba al filo de la enésima quiebra de sus finanzas de falso millonario y que luce un lóbulo inmaculado en la oreja derecha (otrora manchada de Heinz kétchup). Vuelve con algunas novedades nimias aunque esencialmente recargada su ignorancia supina, su mitomanía crónica, irascible infantil y pésimo bailarín; vuelve avejentado y abiertamente desocupado de su salud, peso y peluca, pero con esporádicas lagunas mentales que lo hacen oscilar en el vacío.
Otra novedad es que reconoce que sus discursos y parlamentos, sobremesas o conversaciones están ahora edulcoradas con ramificaciones irracionales que él mismo bautizó como “entretejidos” donde su lengua se suelta por las ramas hasta dizque volver al tema, pregunta o palabra en cuestión, pero lo más alarmante y lamentable de amanecer con la noticia de su vuelta no es la necesaria previsión para el siniestro vodevil con el que ensuciará aún más a su país y al mundo entero durante los próximos cuatro años, sino esa cifra inconcebible de 71,956,083 personas que no sólo votaron por él, sino que al hacerlo, obviaron o aprueban su credo nacional-socialista, admiración nada velada por Adolf Hitler y amistad continua con Vladimir Putin; se le apoya y tolera ser un abusador crónico de mujeres, violador revelado, corrupto confeso, mentiroso incurable, narciso incontenible, egoísta y ególatra, simple y llanamente un estúpido que aprovechó su campaña política para vender zapatillas color oro, tarjetas con su imagen disfrazado de bombero, Biblias impresas en China, pedazos del monótono traje azul que usó el día del supuesto atentado… Bien visto, el errado es uno, que supone que el mundo es diferente o que se puede cambiar; Donald J. Trump y 71,956,083 norteamericanos han vuelto el estómago con una nefanda retórica que ha de quemar no pocos libros los años por venir… y vidas.