Trump y la noche ¿buena?

Ciudad de México /
LUIS M. MORALES

Donald Trump lanzó un par de amenazas más, como si quisiera asegurarse de arruinar la Navidad de los dirigentes mexicanos y panameños. Por un lado, anunció que el mismísimo día que tome el poder su gobierno clasificará a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas y, por otro lado, fantaseó con la posibilidad de que Estados Unidos recupere el control del Canal de Panamá, en manos de ese país desde 1977. Las amenazas obligaron a los mandatarios de los dos países a responder más o menos en los mismos términos.

Lo de narcotraficantes terroristas no es nuevo. Lo dijo durante su primera administración (2017-2021), pero esta vez va en serio. Al menos en lo que respecta a convertirlo en decisión formal, porque antes quedó en mera provocación o, como es frecuente en su caso, táctica de negociación para obtener alguna ventaja en otro terreno.

Esta vez no es negociable. Ha trascendido que en la ceremonia misma del 20 de enero se desplegará un largo pasillo por el cual Trump se irá deteniendo para firmar los decretos que anunció durante la campaña. Deportaciones de “ilegales”, frontera y el tema del terrorismo de los narcotraficantes claramente forman parte de ese recorrido y, se asume, que algún decreto sobre tarifas también (regresaremos a ello).

Lo del Canal de Panamá, en cambio, es baladronada para conseguir un mejor trato para los intereses de la flota mercantil y, sobre todo, militar estadunidense afectada, como todas las demás, por las demoras que impone la crisis hídrica en el canal.

La respuesta de los mandatarios de México y Panamá fue inmediata, correcta y prudente. “La soberanía e independencia de nuestro país no son negociables”, dijo José Raúl Mulino, presidente panameño. Por su parte, Sheinbaum insistió: “Nosotros colaboramos, coordinamos, trabajamos juntos, pero nunca nos vamos a subordinar. México es un país libre, soberano, independiente y no aceptaremos injerencismos”. Y antes de ello les recordó que de allá vienen las armas, el dinero y la demanda de drogas.

Hago referencia a la última bravata de Trump, en este caso México y Panamá, porque ilustra perfectamente los usos que el personaje naranja hace de estos empellones verbales.

Esencialmente son para presionar, como se ha dicho infinidad de veces. Pero la esencia de cualquier bluf reside en su potencial verosimilitud; es decir, para que funcione es necesario que alguno o algunos de ellos se conviertan en realidad. Trump ha decidido que lo del terrorismo y alguna forma de deportación de migrantes masiva (o que parezca masiva) se lleven a la práctica. Un fortalecimiento del muro fronterizo seguramente también. Cuán severos o cuán meramente efectistas vayan a resultar, es incierto en este momento. Dependerá de factores internos en Estados Unidos por los muchos intereses contradictorios en juego, pero también de la respuesta de los países afectados, de allí la importancia de responder con equilibrio, firmeza y prudencia.

Entendamos que hay una parte subjetiva a la que el propio Trump está sujeto: el termómetro de la opinión pública. Más aún, diría que es el factor que explica muchas de sus reacciones. De allí que entre los frentes a los que México debe aplicarse para contener o atenuar el efecto Trump, la estrategia mediática, nacional e internacional, y sobre todo en Estados Unidos resultará clave. No coincido con quienes afirman que la mejor respuesta frente a un provocador que tiene tanto poder sobre su vecino es el silencio. Eso equivale a dejarle por completo la iniciativa para construir la narrativa. Entre otras razones porque parte de datos que ya no tienen ningún vínculo con la realidad. Este fin de semana Trump afirmó que la cifra de muertos anuales atribuida a las drogas procedentes de México ya rondaba los 300 mil anuales. No solo triplicó las estimaciones oficiales, de por sí exageradas; curiosamente es el mismo dato que había citado sobre el subsidio anual que, según él, México recibía por el intercambio “desigual” con Estados Unidos.

Así pues, habrá blufs destinados a quedar en eso, amenazas para ablandar, asustar y conseguir concesiones sin tener que negociar o mover un dedo. Probablemente es el caso del Canal de Panamá. Hay otras que necesitan ser acompañadas de un pellizco para producir el efecto deseado, como sucederá con el tema del muro y de las deportaciones, que habrán de traducirse en golpes puntuales. Efectistas sí, pero sumamente perjudiciales para los muchos sobre los cuales habrán de cebarse.

Y luego están acciones como la decisión de convertir a los narcos en terroristas. Como sabemos, es un estatus que permite a la Casa Blanca acciones militares y concede atribuciones jurídicas al margen de leyes internacionales y derechos humanos. Entre otras, la posibilidad de ejecutar o secuestrar individuos y afectar fondos de sospechosos de ser una amenaza para Estados Unidos. Es decir, el marco “legal” para intervenir en otro país sin permiso ni control del Congreso u otras instancias. Para Trump es una declaración ideal. Por sí mismo no implica tomar una decisión, simplemente es una espada de Damocles que penderá sobre México para ejercerse potencialmente a voluntad. Un bluf permanente dotado de verosimilitud.

Frente a estas malas noticias, hay otras que nos permiten ir a las fiestas menos apesadumbrados. Los muchos frentes abiertos por Trump ofrecen más de una perspectiva interesante. Lo del Canal de Panamá externa una preocupación que podemos aprovechar para promover el potencial de nuestro proyecto interoceánico y sus parques industriales. México puede ser una alternativa al embotellamiento que hoy padece el paso entre el Pacífico y el Atlántico.

Lo mismo sucede con las tarifas. No es fácil que Estados Unidos pueda simultáneamente prescindir de las mercancías producidas en el sudeste asiático y en México. Los celulares, aparatos de línea blanca o electrónicos que se fabrican en China o Vietnam no van a producirse en Detroit o en Pittsburgh por más que lo haya prometido a los votantes de estas regiones. En tal caso terminarían con precios prohibitivos. La única posibilidad es sustituirlos en el espacio “norteamericano”, es decir, en México. Si de veras quiere desatar una guerra tarifaria en contra de China, la estructura de costos que ofrece nuestro país es una salida idónea.

Pero esto no lo va a decir Trump. Lo suyo en este momento es aterrorizar a diestra y siniestra. En la última semana la emprendió contra Europa, Asia, México y el mundo latino. Imposible que cumpla sus amenazas en todos los frentes. A menos, claro, que el miedo lleve a cada uno de ellos a ceder o conceder gratuita y unilateralmente lo que él pretende. Lo dicho, por el momento, cabeza fría y contención.


  • Jorge Zepeda Patterson
  • Escritor y Periodista, Columnista en Milenio Diario todos los martes y jueves con "Pensándolo bien" / Autor de Amos de Mexico, Los Corruptores, Milena, Muerte Contrarreloj
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