De Ciro Gómez Leyva y Manuel Buendía

  • Columna de Juan Noé Fernández Andrade
  • Juan Noé Fernández Andrade

Laguna /

No hay justificación a lo sucedido al periodista capitalino Ciro Gómez Leyva la noche del pasado jueves 15 de diciembre en la Ciudad de México. 

La agresión de que fue objeto, que pudo costarle la vida, ha provocado un sinfín de opiniones fincadas más en el acostumbrado ejercicio insano de especular con pésimas intenciones que en razonamientos. 

Endilgar el entuerto a rumores es otra desgracia, y parte de lo que desde la inconsciencia se frecuenta en la actual coyuntura política del país.

Como parte de los casi 45 mil periodistas que hay en México (según el INEGI, 2020), exijo se aclare ese atentado, que se desnude la verdad y se sepa quién o quiénes perpetraron su ataque, que se descubra el móvil y se lleve a la justicia al o los autores intelectuales y materiales.

Pero, de igual manera, convoco a todos quienes tenemos la maravillosa oportunidad de publicar nuestras ideas en múltiples medios informativos, de exponer nuestras consideraciones desde una visión globalizadora del tema, sin lanzar denuestos y abaratar la misión del periodismo y la altísima responsabilidad social y humana de las y los periodistas.

La crisis del periodismo en México –que se puede generalizar a todo el mundo- obligadamente pasa por sus hacedores: 

dueños, directivos, salas de redacción, patrocinadores, sindicatos, los tres niveles de gobiernos y las instancias que correspondan, universidades donde imparten las carreras de comunicación y periodismo, partidos políticos, sociedad en pleno. 

El estado actual del periodismo en el país es responsabilidad de todos al ser su ejercicio garante de la justicia y la gobernabilidad y, se subraya enfáticamente, de la democracia y la democratización de la vida nacional. Ni nada más ni nada menos.

¿Qué ha pasado con los asesinatos de periodistas en nuestro México? ¿Ha servido de algo asesinarlos? 

¿Se matan las verdades que siguen esperando ser descubiertas? ¿Las muertes y sangre de periodistas de provincia valen menos? ¿Quién más protestó y levantó su voz y escribió en los medios laguneros tras el asesinato de Eliseo Barrón (Milenio Laguna) el 25 de mayo de 2019?

“… Quisiera derrumbarme al doblar la esquina / rumbo a la máquina de escribir / después de haber hollado / el pavimento cálido / con mis zapatos de reportero…/ No me dejes morir ahíto /de goces y de lágrimas… No me dejes que me sorprenda el fin / meciéndome en la teleraña / de una insulsez…, escribió Manuel Buendía, quien fuera víctima mortal de la intolerancia gubernamental en mayo de 1984. Su periodismo marco diferencia, dejó escuela, dejó toda una obra periodística.

Hoy, cuando se escribe y se escribe y se dicen miles de cosas sobre la situación de las y los periodistas, pero no se dice nada o casi nada acerca del periodismo que se realiza, olvidamos caminar por la historia del periodismo en México, por quienes están ahí, en los archivos, en las hemerotecas, en historias olvidadas que al ser desconocidas e ignoradas nos impiden enderezar el rumbo y recuperar la dignidad, la credibilidad, la entereza moral de llamarnos o decirnos periodistas.

Mientras continuemos repartiendo culpas, en obsesionarnos con responsabilizar a determinadas figuras de la vida pública de lo que ocurre a las y los periodistas, y no aceptemos que es urgente replantear y enderezar nuestro trabajo cotidiano en medios impresos y electrónicos, dejar de lado la estridencia de lo inútil, en esa medida nos alejamos de contribuir al respeto integral que reclamamos, a la salud de la prensa, a su historia y trascendencia. Nuestra vulnerabilidad parte de nosotros mismos. 

Y, pese a esta lastimosa realidad, nada justifica lo sucedido ni a Ciro, ni a Javier, ni a Eliseo, ni a Cuauhtémoc Ornelas ni a ninguna ni ninguno de las y los periodistas asesinados(as), o agredidos(as), censurados(as), despedidos(as) injustificadamente de sus centros de trabajo.

¿Suena cursi decir que es tiempo de volver a abrazar al periodismo desde los principios éticos, morales y cumplir a cabalmente su misión social, que es de las nobles y humanas sobre la tierra? (¡Felices y serenas fiestas decembrinas!).

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