México es más vulnerable ahora, no solo por la dependencia económica, sino por la dramática modificación al sistema de justicia, una política inadecuada en materia de seguridad durante seis años y los flujos migratorios ahora también de mexicanos que huyen de la violencia...
El consenso mayoritario es que es difícil que Donald Trump imponga aranceles a las importaciones de México, China y Canadá, porque eso tendría efectos negativos sobre la economía norteamericana en lo inmediato. Son menos los que piensan que la inclinación proteccionista habrá de prevalecer, o que al menos sí habrá un cambio en la relación con los países aludidos y no solo en términos de comercio.
No es aconsejable minimizar la amenaza, tampoco mostrar temor o debilidad frente a un político agresivo, poderoso y desbordado. Es preciso, por razones de diseño estratégico, hacer un balance objetivo sobre fortalezas y debilidades, aliados e interesados, así como entender lo que el de enfrente pretende. Es un diseño conceptual esencialmente pragmático. Si se imponen la ideología o las ideas fijas se volverá muy complicado identificar soluciones.
La atención del señor Trump se ha centrado en los aranceles que preocupa a gobiernos y a empresas globales. México es más vulnerable ahora, no solo por razones asociadas a la dependencia económica, sino por la debilidad institucional en varios apartados, especialmente por la dramática modificación al sistema de justicia, una política inadecuada en materia de seguridad durante seis años y los flujos migratorios ahora también de mexicanos que huyen de la violencia.
El gobierno actual ha cambiado para bien la estrategia de seguridad. Lo ha hecho sin hacerlo ostensible, pero los resultados llevarán tiempo, aunque el combate a la impunidad desde ahora está a la vista. El crimen organizado no solo ha crecido territorialmente, se ha diversificado, y su presencia es notoria en la economía y en la política. Abatir la impunidad es complejo y trastoca intereses.
La magnitud del desafío obliga al gobierno a cerrar filas bajo una convocatoria incluyente de unidad nacional, la Presidenta tiene todo para hacerlo, sin embargo, no ha ocurrido así, las divisiones se han profundizado por el empecinamiento de cambio de régimen y por el método de comunicación en las conferencias desde Palacio.
Es deseable, rumbo a la primera aduana del 20 de enero, que se entienda que la mejor manera de enfrentar a Trump es con un país unido, con instituciones fortalecidas y un gobierno para todos, que entienda y escuche.