De Woodstock a Glastonbury

Ciudad de México /

Los antiguos griegos creían en los poderes mágicos de la música, Orfeo dio muestra de ello. Con un virtuosismo sin igual, la música que salía de su lira podía encantar animales salvajes, los árboles se inclinaban para escucharla y hasta los ríos se detenían. Viajó con Jasón y los argonautas en busca del vellocino de oro —los deleitaba con sus notas y les marcaba el tiempo a los remeros del barco—, con el poder hipnótico de sus melodías bajó al inframundo de Hades para rescatar a Eurídice, su esposa muerta por la picadura de una serpiente. 

La música ha sido esencial para comprender y analizar a las sociedades a través de sus múltiples manifestaciones. Contiene la memoria colectiva al transmitirse de generación en generación, su lenguaje da sentido de pertenencia social, de comunidad. Según Claude Lévi-Strauss “la música permite expresar estructuras mentales y comunes a quien las escucha y a quien las produce”, y John Blacking definió la función social de la música como aquella que “refuerza ciertas experiencias que han resultado significativas para la vida social, vinculando más estrechamente a la gente con ellas”. 

La relación entre las personas y la música pulsa de manera evidente en los festivales. En 1969 Woodstock marcó un hito en la historia como acontecimiento social, forma de vida y desarrollo de la contracultura: los jóvenes, hastiados de la guerra de Vietnam, luchadores incansables de los derechos civiles y combatientes del racismo, enarbolaron la bandera de la paz y del amor. En una finca a las afueras de Nueva York, se congregaron alrededor de medio millón de espectadores (se esperaban a lo sumo 250 mil). Jimi Hendrix tocó con su guitarra el himno de Estados Unidos como protesta ante la guerra. El sexo y las drogas, el amor y la paz se besaron con el rock. 

Coachella, Ultra Music, Tomorrowland, Awakenings son algunos de los festivales más importantes en nuestros días y el Festival de Glastonbury de las Artes Escénicas Contemporáneas se corona entre los tres primeros lugares del mundo. Su primera edición se llevó a cabo en 1970 organizado por un agricultor de Somerset, Inglaterra. En 1971, en el escenario principal, se escuchó a David Bowie. Desde 1978, se ha realizado casi cada año y es un festín de música, danza, teatro, poesía, circo, cine, cabaré y comedia. Los más o menos 200 mil asistentes duermen cuatro días en tiendas de campaña o autocaravanas, la música suena en diferentes escenarios casi las veinticuatro horas del día. La mayor parte de los recursos generados por el festival se canalizan a obras de caridad y se refuerza el uso de energías renovables. En las pasadas dos ediciones sonaron Elton John, Guns N’Roses, Lana del Rey, Yusuf Cat Stevens, Paul McCartney y Billie Eilish entre cientos de artistas más. 

Cuando usted lea esta columna estaré en Glasto. Habré dormido muy pocas horas y tendré barro hasta el cuello, feliz de haber escuchado a Dua Lipa. Voy por Coldplay, Cyndi Lauper y Shania Twain.


  • Ligia Urroz
  • Nicaragüense-mexicana de naturaleza volcánica. Transita entre la escritura, la música y el vino. Sommelier de vida. Publica su columna Desde el volcán los viernes cada 15 días en la sección M2.
Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.