Este fin de semana acudí por fin a ver la película en cines que tiene opiniones divididas entre el público. A mí, independientemente de los elementos cinematográficos, la historia y sus personajes me aportaron una lista de puntos de reflexión.
En primer lugar, leo en muchas de las críticas públicas el desconocimiento sobre el desarrollo psicosexual en la infancia, pues hay quienes creen que éste ocurre hasta la adolescencia o la adultez. Aquí es muy evidente la necesidad de la Educación Integra de la Sexualidad de manera generalizada.
Por otro lado, la película definitivamente plantea aspectos sobre la vida de las mujeres en los planos sexual, relacional, político y laboral. Los matrimonios, por ejemplo, expuestos como contratos que regulan nuestras vidas donde la voluntad y preferencias de las mujeres pueden, potencialmente, ser sometidas a los deseos de los hombres. Éstos, que desarrollan relaciones -de paternidad, románticas y como jefes- de manera autoritaria y, en el mismo tenor, la construcción de las instituciones en sus manos, que normatizan los aspectos de nuestro desarrollo estipulando lo que es correcto en una sociedad educada.
Conectado con lo anterior, el viaje que representa la construcción de la libertad de las mujeres, muy en contra del entusiasmo de los hombres, que es fortalecido y acompañado por las propias mujeres.
Me parece muy importante señalar que, así como ocurre con Barbie, ninguna película por sí misma es feminista, pero sí puede brindar elementos para su análisis con dicha perspectiva. Poor Things hace lo propio y se puede profundizar en cada aspecto si la ocasión lo amerita.
Si bien la historia puede brindar muchos otros puntos de observación, para mí la pregunta clave de todo esto es ¿quiénes, en la sociedad patriarcal, son las pobres cosas? Puesto que los seres propios del control y manipulación son los animales, bebés y mujeres, tal como se plantea en la teoría feminista, con un trato cosificante.