Es evidente que la arquitectura es una disciplina contingente, pero los arquitectos modernos han intentado negar dicha contingencia e ignorar al público, mediante los conceptos de orden, belleza y pureza. Durante los años sesenta del siglo XX, pensadores como Zygmunt Bauman y Paul Ricoeur establecieron discursos que marcaron el inicio del pensamiento posmoderno, el cual deja atrás la ilusión modernista de que todo futuro alberga un crecimiento económico progresivo y adelantos científicos que siempre superan a los del pasado.
Dicho pensamiento tuvo gran influencia sobre algunos teóricos de la arquitectura como Giancarlo De Carlo, quien en 1969 escribía en su célebre texto Architecture’s Public: “La arquitectura una típica actividad superestructural, depende de las transformaciones de la sociedad (...) En este ámbito la arquitectura tiene una ventaja incalculable frente a otras disciplinas, ya que es capaz de producir imágenes concretas del aspecto que el ambiente físico tendría si la estructura de la sociedad fuese distinta.”
Está claro que la idea de que la arquitectura puede por sí sola cambiar a la sociedad ha sido superada, sin embargo, los estímulos físicos que la arquitectura es capaz de provocar en las personas tienen el potencial de generar algunos cambios en su actitud. La arquitectura puede provocar situaciones, por sí sola no cambia a la sociedad, pero puede preparar el terreno para los cambios ocurran. Por ejemplo, sin plazas públicas de grandes dimensiones, la sociedad civil no se podría concentrar masivamente para protestar contra sus gobiernos, la arquitectura urbana ha creado los espacios necesarios para dichas manifestaciones.
Tangente
Por una disciplina contingente
El crítico inglés Jeremy Till explica en un interesante ensayo titulado “Arquitectura y contingencia” (“Architecture and Contingency,” publicado en la revista Field, septiembre de 2007), que la arquitectura es una disciplina contingente, pero los arquitectos han intentado infructuosamente negar dicha contingencia. Till ha tenido una gran influencia del pensamiento anarquista de Giancarlo De Carlo, quien discutía sobre ello hace al menos 50 años.