Los edificios antiguos que se encuentran abandonados son invadidos rápidamente por las plantas. Sus condiciones físicas son idóneas para que crezcan hiedras sobre ellos ya para que los árboles derriben sus cubiertas con su follaje y sus muros con sus raíces. Podríamos decir que el mundo vegetal “reconquista” el terreno del que las construcciones humanas le habían despojado. Sin embargo, una de las primeras acciones que deben tomar los arqueólogos para reconstruir un edificio en ruinas es retirar toda la materia vegetal, incluidas las plantas más pequeñas como los líquenes, hongos y musgos.
Con estas acciones, desaparece casi todo el encanto para quienes tenemos pasión por las ruinas. La arquitectura antigua nos enfrenta siempre a una paradoja: Renunciar al presente para preservar el pasado, o renunciar al pasado para dejar lugar al presente. Este dilema encuentra gran cantidad de matices intermedios, el presente puede convivir con el pasado, pero la construcción nueva no puede preservar a la ruina.
Dentro de la gama de soluciones matizadas dentro del abanico que la tecnología constructiva actual nos ofrece, están por ejemplo las “ventanas arqueológicas”, cristales resistentes al tráfico ligero que permiten ver capas constructivas anteriores, que han sido cubiertas por edificios nuevos.
Por desgracia, explorar una ruina conlleva peligros para el público y es cada vez más difícil que los custodios de los monumentos arqueológicos permitan a los visitantes transitar libremente por ellas y menos aún a los niños. El encanto de trepar a un árbol que ha crecido dentro de un antiguo monasterio o encima de una pirámide, quedará como un placer hundido profundamente sólo en la memoria de los mayores.
Tangente
Como un producto de la naturaleza
En su ensayo titulado “The Ruin” (1911) el sociólogo alemán Georg Simmel escribió: “El encanto de las ruinas consiste en que una obra humana es perceptible como si fuera exclusivamente un producto de la naturaleza”. Al respecto la filósofa española María Zambrano afirmaba: “No hay ruina sin vida vegetal”.