A lo mejor… dijo mi madre

  • Desde mi rincón
  • Luis Augusto Montfort García

Laguna /

“A lo mejor esperamos mucho de la vida”, dijo mi madre, sin dejar de mirar con sus apacibles ojos castaños unos pajarillos qué, a solo unos cuantos pasos de donde platicábamos, gorjeaban alegres como si tuvieran algo que celebrar, revoloteando entre las frondosas ramas del añoso “pingüico”, que con su sombra le regalaba frescor y vida a nuestro patio trasero, en donde en su tiempo convivían el guayabo, la parra y el limón, con sus numerosas y variopintas macetas, enmarcado todo por las trepadoras “uñas de gato”, que con asombrosa facilidad se aferraban a las vetustas paredes de ladrillos sin enjarre, tapizándolas con cientos o quizá miles de minúsculas flores color de rosa.

Tal vez, lo que la hizo pronunciar esa simple pero para mí intrigante frase, fuera su consciente percepción de lo sencillo y grato de aquel momento, por la placentera sensación de aromas, imágenes y sonidos, y por otro lado; mi lamento sobre lo difícil que me resultaba aceptar no tener todo lo que quería a mis escasos veinte años.

¿Qué querrá decir?, me pregunté entonces, y cincuenta años después me lo vuelvo a preguntar. 

La vida es a fin de cuentas sólo lo que nos sucede entre que nacemos y morimos. 

Y en la medida que crecemos esas experiencias nos hacen darnos cuenta que son muchas las cosas que queremos y que nunca podremos tener, o aquellas que si bien creemos tener, tarde o temprano no podremos conservar, incluidos entre éstas, las personas y los seres queridos a los que dejamos o que nos dejan.

El problema no es desearlo, eso es humano y hasta puede entenderse como aspiraciones legítimas, el problema surge cuando creyendo tener derecho a todo, reaccionamos infantilmente a la frustración de no conseguirlo y decidimos obtenerlo a como de lugar.

Particularmente en estos tiempos en los que el culto a la autoimagen y el entender la vida con un único sentido hedonista, hace aun más difícil para los nuevos veinteañeros superar la inmediatez de sus deseos y diferir la gratificación de sus acciones, o en otras palabras, comprender qué: 

“A lo mejor esperamos mucho de la vida”.

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