La aventura de vivir

  • Desde mi rincón
  • Luis Augusto Montfort García

Laguna /

Antes de que mis ideas y grafías desparramadas sobre este espacio digital lleguen a tus ojos, y con suerte apreciado lector, de ahí transiten hasta tu consciente, es menester aclarar que la palabra “aventura” que preludia estas líneas, proviene del latín y se refiere a: “los hechos inciertos que están por venir”.

Y es que eso es precisamente el futuro, un tiempo incierto que aunado al pasado cierto y al presente efímero, conciertan nuestra existencia y que desde siempre nos hemos afanado por adivinar y controlar, porque la incertidumbre nos genera inseguridad, temor y no pocas veces también lagrimas.

Es natural; ya desde la cuna el temor a la falta de alimento, al abandono, o a la falta de sustentación física (caerse), son miedos que nos acompañan durante toda la vida, aunque ya como adultos, persistan enmascarados con otras caretas y se manifiesten en otros comportamientos, tales como la necesidad de seguridad financiera, de reconocimiento y pertenencia a un grupo, o de la seguridad de una pensión por vejez o invalidez.

Como bien puede apreciarse, todo ello tiene que ver con el futuro y por lo tanto con los inevitables vaivenes de los acontecimientos que a medida que crecemos vamos viviendo, sobre los cuales por lo general no tenemos ningún control, pero sí sobre la manera en que dichos cambios nos afectan, pues de esto último depende la forma como los sorteamos o los enfrentamos, pero sobre todo, la forma en que podemos aceptar y asimilar que la vida es como un continuo cambio de escenario, actores y circunstancias, con los que lo aceptemos o no, tenemos que con-vivir, dado que la opción de renunciar a aceptarlo, casi siempre es peor que la de seguir viviendo.

Hoy parece que la velocidad de los cambios se ha acelerado y con ella la incertidumbre y en muchos casos la desazón, no en balde redes sociales, farmacias y psicólogos ofrecen todo tipo de consejos, medicinas y tratamientos para combatir el estrés. 

Qué bueno que existan esos remedios, aunque quizás también valga la pena considerar qué, aun en la incertidumbre, vale la pena vivir: la aventura de vivir.

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