Se conoce como el Manuscrito Voynich, tiene 234 páginas, 38 mil palabras y más de 500 años. Su nombre es por Wilfrid Voynich, comerciante de libros raros que lo adquirió de una colección jesuita en Italia, alrededor de 1912. Un heredero le vendió el manuscrito a otro comerciante que lo donó a Yale en 1969. Nadie ha podido descifrar en qué idioma está escrito. Tiene ilustraciones de plantas extrañísimas, zodiacos, estrellas, cosmos; listas como de fórmulas medicinales junto a dibujos de hierbas y frascos delgados. En las más llamativas, grupos de mujeres desnudas sostienen estrellas con cuerdas como si fueran globos o están en albercas verdes nutridas por canales con chorritos y tubos que parecen trompas de falopio. ¿Se están bañando o trabajan como plomeras en plantas depuradoras de agua?
Varios se han adjudicado, en vano y a locas, el desciframiento del Manuscrito Voynich. Uno dijo que era obra de Roger Bacon en el siglo XIII y que algunas ilustraciones eran la galaxia de Andrómeda y espermatozoides que él había visto en un telescopio y en un microscopio cientos de años antes de que se inventaran. Otro dijo que era un manual flamenco sobre rituales de muerte para un antiguo culto a Isis. Otro vio en el manuscrito la firma de Da Vinci. Otro dijo que un “semita” lo había escrito en hebreo “cifrado” y era un mensaje de extraterrestres sobre “nuestra futura destrucción”.
La experta medievalista Lisa Fagin Davis (The Atlantic, septiembre 2024) encabeza ahora el desciframiento del manuscrito. Aún no saben qué dice pero empiezan a saber cómo dice. Por la repetición de palabras idénticas y similares deducen que algunos pasajes son como rimas infantiles o juegos poéticos. Davis pone un ejemplo en inglés y otro en yidish. Pienso que en español pueden equivaler a “erre con erre, cigarro; erre con erre, barril…”; y a lo de Jaime Sabines: “…por olas… por alas… parece que sales y soles”. Como de niño chiquito: como de poeta inspirado. Buen comienzo para seguir descifrándolo.