Empezaba con los personajes de Mary Wollstonecraft, su esposo Shelley y su amigo Lord Byron; y la dejé puesta aunque me desvelara: “HBO. La novia de Frankenstein. 1935. Drama. En esta secuela del clásico de terror, el Dr. Frankenstein vuelve al laboratorio para crearle una compañera al infame monstruo”. En un acierto del guión Mary cuenta la segunda historia del monstruo a pedido de Byron y Shelley; no lo recordaba: la actriz que hace el papel de Mary sale también como la novia de Frankenstein. En el curso de la película una frase volvía a mi cabeza: Y Frankenstein creó a la mujer. Muy buen título para una muy mala película de los 1960. No tuve que esperar mucho tiempo para voltear la frase y darle mejor uso.
Aparece (TLS, 14/9/24) el libro Peggy Webling y la historia detrás de Frankenstein: la hechura de un monstruo de Hollywood. En vida Peggy Webling (1871-1949) publicó 18 novelas, cuatro obras de no ficción, dos libros de poesía, 200 cuentos y tres obras de teatro. Entre sus fans hubo dos muy especiales: Oscar Wilde le comentó a John Ruskin “¿No es Peggy Webbling una ola de delicia de Dios?” Los autores del libro Bruce Graver y Dorian Gieseler sostienen que la obra teatral de Webling Frankenstein (1927; revisada, 1930) es “el eslabón perdido entre la novela de Mary Shelley y la película de James Whale para la Universal” (que había comprado los derechos) “en 1931, que creó la cultura popular de Frankenstein como la conocemos”. La obra de Webling alteró de muchas formas la percepción popular de Frankenstein. Por decir tres: la creatura se presentaba de manera más compasiva, como una víctima-esclavo de su dios-amo; su anhelo por una pareja es un aspecto central de la tragedia; traza el proceso por el que la creatura desarrolla un alma, algo muy conectado a su capacidad para expresarse con el lenguaje.
Entonces la frase cambia: Y la mujer creó a Frankenstein. Y dos veces, una con Mary Shelley en 1818 y otra con Peggy Webling en 1927. Y las dos de modo inolvidable.