La reciente crisis electoral en Venezuela ha sacudido al continente americano y dejado al descubierto la brutalidad de un régimen dispuesto a todo por mantenerse en el poder.
Las elecciones del 28 de julio, en las que Nicolás Maduro se proclamó vencedor sin evidencias claras, han desencadenado una ola de violencia y represión contra aquellos que se atreven a cuestionar su legitimidad.
En medio de esta turbulencia, la postura del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), destaca por su preocupante tibieza y falta de acción.
El Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos (OEA) rechazó este miércoles una resolución para exigir transparencia al gobierno de Venezuela sobre las cuestionadas elecciones del domingo, que dieron la victoria a Nicolás Maduro, al no alcanzar la mayoría absoluta de sus Estados miembros.
La propuesta de borrador del organismo de 34 países americanos obtuvo 17 votos a favor, cero en contra y 11 abstenciones entre los Estados que participaron en la reunión extraordinaria; entre quienes se abstuvieron destacan Colombia y Brasil, quienes habían pedido al gobierno de Maduro la publicación de las actas electorales del domingo para aclarar cualquier duda sobre los comicios.
Dicha propuesta de texto exigía, entre otras cosas, que el Consejo Nacional Electoral (CNE) “publicara inmediatamente los resultados de las presidenciales a nivel de cada centro de votación” así como “una verificación integral de los resultados en presencia de observadores internacionales para garantizar la transparencia, credibilidad y legitimidad” de los comicios.
Frente a este panorama, la comunidad internacional ha mostrado su preocupación y ha pedido una verificación imparcial de los resultados.
Los presidentes de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y de Colombia, Gustavo Petro, han sido claros en su condena de la violencia y en su demanda de transparencia.
Incluso Brasil ha asumido la protección de la Embajada argentina en Caracas, un acto de solidaridad y compromiso con la justicia y los derechos humanos.
En contraste, la respuesta de AMLO ha sido una vergonzosa muestra de indiferencia y pasividad.
A pesar de la gravedad de la situación, López Obrador ha decidido no participar en la reunión de la OEA para discutir la crisis en Venezuela.
Argumentando que la OEA tiene una actitud “injerencista” y “parcial”, AMLO se ha mantenido al margen, evitando tomar una posición clara frente a las flagrantes violaciones de derechos humanos en Venezuela.
La neutralidad de AMLO no solo es moralmente cuestionable, sino que también envía un mensaje peligroso al resto del mundo.
Al no condenar los abusos del régimen de Maduro, López Obrador se convierte en un cómplice silencioso de las atrocidades que se están cometiendo en Venezuela.
Su inacción socava los esfuerzos internacionales por presionar al régimen y permite que la violencia y la represión continúen impunemente.
La situación en Venezuela requiere de líderes valientes y decididos a defender la democracia y los derechos humanos, por encima de cualquier ideología política.
La comunidad internacional, y especialmente los países de América Latina, tienen la responsabilidad de apoyar a los venezolanos en su lucha por la libertad y la justicia.