Réquiem por México

León /

La ambición de la clase política en México no tiene límite y al final son los ciudadanos los que terminan pagando los platos rotos. Ayer se consumó finalmente el anhelado sueño del grupo en el poder (en turno) de contar con una mayoría calificada para hacer lo que quieran con nuestro país, pues pueden sin más parchar de nuevo nuestra Constitución.

Pasaron 27 años para que un presidente de la República pudiera contar con un Congreso afín, pues fue el primero de septiembre de 1997 cuando el PRI perdió la hegemonía en el Poder Legislativo siendo presidente Ernesto Zedillo. Pero no nos confundamos, previo a esta fecha un sólo partido en ese entonces el Revolucionario Institucional tenía el control de San Lázaro y de la Cámara de Senadores.

Morena por sí solo no lo tiene pues necesita de sus aliados, el Partido Verde y el Partido del Trabajo para contar con esa aplanadora en la Cámara de Diputados y en el caso de la Cámara alta están a uno legislador de obtenerla, lo cual no resulta difícil mediante la extorsión. Estos dos partidos veleta, han jugado con quien está en el poder, no se nos olvide que igual se entregaron a ese PRI que hoy dilapidan y al PAN del que reniegan en todo momento, con esto quiero decir que el asunto ni siquiera es de partidos, por eso me refiero a la clase política.

Tuvimos ya congresos de oposición que a lo único que se dedicaron fue a vender caro su amor cuando el presidente en turno requería algún ajuste en diversos tópicos, o si no, entonces actuaban no en conciencia sino con ganas de fregar la existencia al partido en el poder, nunca viendo intereses ciudadanos y sí los intereses de los partidos.

¿Qué nos depara? A partir del primero de septiembre viviremos un dejá vu donde primero, las bancadas aliadas cobrarán una fortuna por levantar el dedo sin chistar a favor de las solicitudes del Ejecutivo, en donde no habrá freno para las ambiciones, porque ¿por qué esperar algo distinto?

Lo que nos lleva a un tema mucho más grave, la reforma al poder judicial donde podemos entonar un réquiem a la separación de poderes.

  • Miguel Ángel Puértolas
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