Diciembre es un mes que se pasa rápido, pero al mismo tiempo nos obliga a frenar, un mes en dónde se viene la nostalgia de un solo golpe por el recuerdo de los que físicamente ya no están y la alegría del reencuentro por los que aquí seguimos.
Una época en donde recordamos que se cierra el ciclo del año en curso y se abre otro, en donde entendemos que los finales son también principios y que nunca es tarde para volver a empezar.
Haciendo un recuento del año desde la perspectiva política, sí que hubo cambios: nueva presidenta en México, Trump de regreso en USA (electo), ambas guerras, la de Gaza y Ucrania siguen vigentes sin poder llegar a una negociación.
En México, hay esperanza por algunos cambios como tener nuevas figuras en el tema de seguridad que brindan un poco de esperanza al ser perfiles que traen todas las credenciales para poder dar resultados en uno de los temas que más nos duele y afecta a los mexicanos.
El mundo sigue cambiando. Este año no tuvimos sorpresas como la de la pandemia en el 2020, pero seguimos experimentando otro tipo de pandemias: la del odio y la intolerancia, la de la pobreza y la indiferencia, pandemias difíciles de combatir a corto plazo, pero no imposibles de vencer a mediano y largo plazo si buscamos un cambio cultural desde la familia y las escuelas.
Nadie lo va a hacer por nosotros y somos quienes pagamos las consecuencias. Así que no perdamos la esperanza de que, sí pueden venir tiempos mejores, pero para eso necesitamos también volvernos mejores sociedades, mejores seres humanos.