Esta vez fue distinta a otras, porque el olor a fiesta estaba presente en cada uno de los rincones del Cereso Femenil de Escobedo. Los rostros adustos, característicos de los guardias carcelarios, se tornaron suaves y hasta risueños, porque ese día culminaría el certamen Mi Belleza Interna 2024, donde 168 mujeres privadas de la libertad participaron a lo largo de una semana en una serie de talleres, charlas, minicursos, dinámicas y lecturas que les permitió escarbar en su mente y corazón hasta recuperar las piezas faltantes en el rompecabezas del autoconocimiento, la autoestima y el amor de sí.
El escenario estaba puesto para ello. El fondo de la larga pasarela negra estaba coronado por un sofisticado juego de luces y sonido que cambió por completo la triste fisionomía del enorme patio central.
Después de una animosa presentación por parte de dos conductoras y un conductor, alrededor de 140 mujeres abrieron pista con una coreografía que nos puso a cantar, aplaudir y bailar en nuestra silla. Tres canciones bastaron para olvidar dónde nos encontrábamos. No recuerdo si después vino la pasarela de las 29 finalistas –ataviadas con vestidos de Adelitas, decorados por ellas mismas– o el sketch de un cómico recluido en la prisión masculina, lo cierto es que el ambiente estaba en el punto exacto para que las finalistas nos regalaran tres piezas de baile folclórico, a las que correspondimos con vivas, bravos y un montonal de aplausos sentidos brindados por quienes estábamos de paso, y las que seguirían ahí esa y muchas noches más.
Al baile le siguió una presentación individual, donde las participantes, después de compartir su edad, lugar de procedencia y emociones experimentadas esa tarde dieron respuesta a una pregunta relacionada con los contenidos aprendidos en los talleres y charlas recibidos la semana previa. Me impresionó la habilidad oral y claridad con la que expusieron ideas extremadamente difíciles de abordar en menos de un minuto. Sin mencionar autores ni teorías, las participantes hablaron con toda precisión sobre el qué y para qué de la libertad, la responsabilidad, el compromiso, el respeto, la solidaridad y esos otros valores que configuran el corpus cívico que debe dominar quien vive y convive como miembro de pleno derecho en la sociedad.
El grato sabor de boca perdura. En ellas por una hermosa tarde de gozo y alegría; en nosotros por la certeza de que la readaptación social es posible. Especialmente si se trata de mujeres.