Frans de Waal: una cultura para la paz

Ciudad de México /

Al final de su tratado sobre la agresión animal, Lorenz explicó la agresión en el ser humano. En todos los animales la agresión evolucionó a la par que los mecanismos de inhibición, los cuales son más fuertes en los animales cuyas armas son letales: a mayor fuerza mandibular o mayor fuerza muscular, mayores mecanismos de inhibición de la agresión. El ser humano no tenía una mandíbula poderosa ni garras ni mayor fuerza, por lo mismo sus mecanismos para inhibir la agresión eran débiles. Pero en un segundo grado evolutivo desarrolló armas letales sin desarrollar los mecanismos que debieran inhibir su agresión, de ahí las guerras y la brutal agresión sin control.

Paralelamente Niko Tinbergen fundaba la ontogenia, a saber, el estudio de la génesis y la evolución de la conducta en los animales. Sus estudios comparativos de la psicología animal, así como sus estudios sobre el instinto, le hicieron merecedor, junto con Konrad Lorenz, al premio Nobel. Ambos consideraron que era factible tomar conciencia de los propios instintos animales para una cultura de paz, como lo dejó escrito Lorenz al final de su tratado sobre la agresión.

Heredero en línea de Tinbergen, el neerlandés Frans de Waal eligió no estudiar la agresión sino la solidaridad y la tendencia a la ayuda en los animales. Con sus estudios demostró que la bondad es algo natural: gracias a él hoy sabemos que no solo la agresión llega a nosotros de manera natural sino que también por naturaleza heredamos una historia de solidaridad y apoyo mutuo. De Waal demostró lo anterior con estudios de campo y legó al mundo una nueva comprensión del ser que somos.

El ser humano por naturaleza es agresivo, pero también por naturaleza es compasivo y solidario. Los impulsos a hacer que otros se sientan bien son parte de nuestra herencia animal. ¿Cómo potenciarlos? De Waal muestra que las emociones tienen aquí el lugar fundamental: las emociones se contagian y juegan el papel dominante en la moral. Así el mundo emocional en el que se ha vivido determina la conducta de cualquier persona.

Imaginemos ahora las implicaciones de este pensamiento: quien ha vivido en un entorno emocional violento, tenderá a la violencia. Quien ha vivido entre solidaridad, tendrá más posibilidades de ejercerla. Por eso no solo debemos educar el pensamiento racional sino ante todo las emociones. Las emociones son las hembras dominantes de la moral, por decirlo metafóricamente.

¿Cómo se educa la emocionalidad? Permitiendo y conduciendo al infante a sentir dolor ante el dolor de los demás, a sentir alegría ante la alegría de los demás, educando en la empatía. Eso importa más que aprenderse las capitales del mundo o las fechas de la historia.

¿Qué medios emplear para educar las emociones? Un camino es a través del contacto con los demás animales no humanos en un ambiente de respeto y amor, así lo están haciendo ya en países más avanzados.

Aprender a respetar la vida es la esencia de una cultura para la paz.


  • Paulina Rivero Weber
  • paulinagrw@yahoo.com
  • Es licenciada, maestra y doctora en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Sus líneas de investigación se centran en temas de Ética y Bioética, en particular en los pensamientos de los griegos antiguos, así como de Spinoza, Nietzsche, Heidegger.
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