¿Qué sentido pueden tener hoy estas fiestas decembrinas? Para muchos creyentes, su importancia continúa radicando en cuestiones religiosas. Pero hoy en día, con tantos estudios en torno al tema, muchas personas cuestionan esas creencias: ¿por qué quienes no creemos continuamos con esta misma festividad? Por algo que hemos llamado “sincretismo religioso” que, en pocas palabras, consiste en la combinación de diferentes ideas religiosas, para crear una nueva.
En todo sincretismo religioso, hay algo viejo y algo nuevo. Resulta sencillo distinguir cuáles son los elementos viejos que continúan presentes en nuestros festejos actuales: el banquete y los regalos. Esto último, en un capitalismo radical y salvaje como el que vivimos hoy, ha llegado a la locura. Pareciera ser que sólo se puede demostrar el amor a través de ir a las tiendas, comprar regalos y dárselos a las personas amadas.
Existe algo que no se consigue en un centro comercial: la serena alegría de amar. Quizá los centros comerciales han destruido esa serena alegría para transformarla en un afán de adquirir cosas, que supuestamente nos servirán para demostrar un amor que no tenemos tiempo de experimentar de otra manera, porque no tenemos tiempo para la serenidad.
En la infancia, recuerdo que me enseñaron a elaborar regalos anotando en un papel acciones que consideraba “buenas” o pensamientos que hablaban de mi amor por mis padres, mis abuelos y la eterna Nana Trini. Ya vieja he tratado de emular a la niña, haciendo álbumes de fotografías, como este año lo hice para mi hijo.
Algunos jóvenes han iniciado un tipo de acción que me resulta interesante: piden como regalo que el que lo otorga, en lugar de dar algo al que recibe, brinde ayuda a quienes nada tienen, esto es: en lugar de gastar dinero en algo innecesario, invertirlo en una causa con sentido, en honor del que recibe.
Cualquier regalo que no sale de una tienda, adquiere su valor de otra esfera de la existencia.
Deseo que estos días encuentren ustedes una serena alegría.