Zaratustra y el sentido de la vida (Segunda y última parte)

Ciudad de México /

Decía yo en la entrega pasada que para Nietzsche, si Dios no existe, no todo está permitido: el Übermensch cuida en qué medida una norma vitaliza o deprime al individuo o a la sociedad.

Nietzsche piensa que hemos vivido en sociedades deprimidas y neuróticas que no aceptan el cuerpo como identidad y no lo valoran. Por lo mismo sus leyes morales no son para el cuerpo sino para el alma inmortal. Para Nietzsche el cuerpo es todo y el alma, la psique o el pensamiento es algo creado por el mismo cuerpo. Era tal la necesidad humana de expresar, que creó el pensamiento y su expresión. Por eso hay que aceptar y honrar al cuerpo, por eso hay que vivir y escribir desde el núcleo del cuerpo y no desde pretensiones celestiales.

La gran diferencia con la vida animal es que nosotros nos alejamos de ella. No fue Dios quien nos expulsó del paraíso, fuimos nosotros quienes no supimos adaptarnos a la vida natural y nos excluimos de ella y de su moral natural. Por ello tuvimos la necesidad de crear normas para convivir: porque dejamos atrás la normatividad de la manada, la moral del chimpancé. El problema es que, para darle fuerza y fundamento a esas normas, las hicimos hijas de los dioses, con lo cual en efecto las fortificamos, pero les dimos el atributo de la eternidad; les arrancamos la posibilidad de cambiar y con ello, de crecer.

El endurecimiento de las normas encuentra una metáfora perfecta en las tablas de la ley que Dios entregó a Moisés: grabadas en piedra, era imposible borrarlas. No era un manuscrito que aceptara cambios o devoluciones: eran tablas de piedra escritas de una vez y para siempre.

Cuando comprendemos que los seres humanos somos los creadores de las normas morales y que éstas no están escritas de una vez y para siempre, podemos darnos el permiso para revisarlas y cambiarlas. Ese cambio no se rige por la mera conveniencia, sino de acuerdo con qué tan vitales resultan esas normas para el individuo o la sociedad que debe vivir bajo sus dictámenes. De ese modo, la moral no atenta contra la vida a través de dogmas, creencias o acciones: la brújula para la acción sería simplemente preguntar: este acto, este pensamiento, ¿engrandece o deprime la existencia?

La nueva moral nietzscheana busca engrandecer y valorar la vida en la Tierra.


  • Paulina Rivero Weber
  • paulinagrw@yahoo.com
  • Es licenciada, maestra y doctora en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Sus líneas de investigación se centran en temas de Ética y Bioética, en particular en los pensamientos de los griegos antiguos, así como de Spinoza, Nietzsche, Heidegger.
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